Uno de los mejores libros que he leído en los últimos meses. "HHhH". Detrás de esas letras se oculta la expresión 'Himmlers Hirn heibt Heydrich', el cerebro de Himmler se llama Heydrich. Una aproximación novelada al atentado que acabó con la vida de Heydrich en Praga y que desató una durísima represión. Si de todos los libros del trimestre tuviera que seleccionar uno, éste estaría sin duda, entre los finalistas.
No resisto la tentación de reproducir unos textos del libro:
"5
Poco tiempo después
de mi llegada a Eslovaquia, conocí a una joven eslovaca muy bella de la que caí
perdidamente enamorado y con la que iba a vivir una historia pasional que
duraría casi cinco años. Gracias a ella pude obtener algunas informaciones suplementarias.
Por de pronto, el nombre de los protagonistas: Jozef Gabčík y Jan Kubiš. Gabčík
era el eslovaco y Kubiš el checo; al parecer, debido a la consonancia de sus
patronímicos respectivos, es imposible confundirlos. En todo caso, aquellos dos
hombres parecían ya formar parte integrante del paisaje histórico: de hecho,
Aurelia, la joven en cuestión, había aprendido sus nombres en la escuela, como
cualquier otro niño checo o eslovaco de su generación, creo yo. Por lo demás,
ella conocía el episodio a grandes rasgos, pero apenas si sabía algo más que mi
suboficial. Tuve que esperar dos o tres años para tomar conciencia de lo que
siempre había sospechado realmente: que aquella historia sobrepasaba en
intensidad novelesca las más improbables ficciones. Y esto lo descubrí casi por
azar.
Había alquilado para
Aurelia un piso situado en el centro de Praga, entre el castillo de Vyšehrad y
Karlovo náměstí, la plaza Carlos. Pues bien, de esta plaza sale una calle, la ulice
Resslova, que llega hasta el río, donde se encuentra ese extraño edificio
de cristal que parece ondular en el aire y que los checos llaman «Tančicí Dům»,
la casa que baila. En esa calle Resslova, en la acera de la derecha según se
baja, hay una iglesia. En uno de los laterales de esa iglesia hay una claraboya
en torno a la cual son bien visibles en la piedra numerosos impactos de bala, y
una placa, que menciona entre otros los nombres de Gabčík y de Kubiš, así como
el de Heydrich, cuyo destino está desde entonces ligado al de ellos para siempre.
Yo había pasado decenas de veces por delante de aquella claraboya sin fijarme
ni en los impactos de bala ni en la placa. Pero un día me detuve: había dado
con la iglesia donde los paracaidistas se habían refugiado después del
atentado.
Volví luego con Aurelia
a una hora en que la iglesia estaba abierta y pudimos visitar la cripta.
Y en la cripta
estaba todo.
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Estaban las huellas,
aún terriblemente frescas, del drama que se había consumado en aquella sala
apenas sesenta años antes: el reverso de la claraboya que se ve desde el
exterior, el túnel excavado unos pocos metros, los impactos de las balas en las
paredes y en el techo abovedado, dos pequeñas puertas de madera. También había
unas fotos con los rostros de los paracaidistas, estaba el nombre de un traidor
en un texto redactado en checo y en inglés, había un impermeable vacío, un
morral, una bici, todo ello reunido dentro de una vitrina, por supuesto había
una metralleta Sten, de esas que se encasquillan en el peor momento, había
mujeres evocadas, había imprudencias mencionadas, estaba Londres, estaba
Francia, había legionarios, había un gobierno en el exilio, había un pueblo con
el nombre de Lidice, había un joven centinela que se llamaba Valčík, había un
tranvía que pasa, también éste, en el peor momento, había una máscara
mortuoria, había una recompensa de diez millones de coronas para el hombre o la
mujer que delatase, había cápsulas de cianuro, había granadas y gente para
lanzarlas, había emisoras de radio y mensajes codificados, había un esguince en
el tobillo, estaba la penicilina que sólo se podía conseguir en Inglaterra,
había una ciudad entera bajo el poder de aquel a quien apodaban «El Verdugo»,
había banderas con la cruz gamada e insignias con calaveras, había espías
alemanes que trabajaban para Inglaterra, había un Mercedes negro con un
neumático reventado, había un chófer, había un carnicero, había dignatarios
alrededor de un ataúd, había policías inclinados sobre unos cadáveres, había
represalias terribles, estaba la grandeza y la locura, la debilidad y la
traición, el valor y el miedo, la esperanza y la pena, todas las pasiones
humanas estaban reunidas en unos pocos metros cuadrados, estaba la guerra y
estaba la muerte, había judíos deportados, familias masacradas, soldados
sacrificados, había venganza y cálculo político, había un hombre que, entre
otros, tocaba el violín y practicaba esgrima, había un cerrajero que nunca pudo
ejercer su oficio, estaba el espíritu de la Resistencia que se quedó grabado
para siempre en esos muros, estaban los rastros de la lucha entre las fuerzas
de la vida y las de la muerte, estaban Bohemia, Moravia, Eslovaquia, estaba
toda la historia del mundo contenida dentro de unas pocas piedras.
Fuera había setecientos SS."
He pasado muchas veces en Praga por la calle Resslova sin darme cuenta de todo lo que había allí, en la cripta. Cuando vuelva a la ciudad, creo que tengo la obligación de pasar por allí.
Postdata: He visto una serie en la 2 de Rtve, muy interesante, sobre los cazadores de nazis. Uno de los episodios reconstruía francamente bien toda esta historia. Es un buen complemento al libro.