viernes, 29 de octubre de 2010

"El horizonte", de Patrick Modiano



Cierro el triángulo francés. Después de Echenoz y Michon, el último Modiano. Ya he dejado escrito el descubrimiento que supuso para mí el magnífico "En el café de la juventud perdida". Lo mejor que puedo decir aquí es que "El horizonte" está a la altura del título anterior.

Un escritor, Jean Bosmans, trata de encontrar los recuerdos de una mujer, Margaret Le Coz, que conoció hace treinta años, en un encuentro fortuito en el metro, huyendo de una manifestación, y que le marcó la vida. En un París difuso, oscuro, poco definido, como me parece habitual en las obras de Modiano, asistimos a la reconstrucción de la relación de los dos personajes, ambos fugitivos de un pasado apenas esbozado por Modiano, aunque más preciso en el caso de la mujer. Asistimos a la relación de ambos por las calles y parques de la ciudad, a sus silencios, a sus complicidades y a sus inseguridades. Hasta que en un momento en el tiempo se produce la ruptura que marcará la distancia de treinta años. Pero a veces las marcas son lo suficientemente profundas para que haya que seguir buscando, en otro tiempo e incluso en otra ciudad. No vale la pena contar más porque realmente lo que vale de la historia es la escritura, esa tenue escritura que Modiano utiliza magistralmente para dar credibilidad a un relato que en otras manos podría llegar a sonar irreal o irrelevante. Modiano, por contra, transmite tristeza y melancolía, pero también y sobre todo, belleza y esperanza.

Le dejo hablar:

"Las palabras con que llenaba la libreta le recordaban el artículo acerca de la 'materia oscura' que había enviado a una revista de astronomía. Tras los acontecimientos concretos y los rostros familiares, era muy consciente de todo cuanto se había convertido en materia oscura: breves encuentros, citas fallidas, cartas perdidas, nombres y números de teléfono que aparecen en una aenda antigua y hemos olvidado, e incluso las personas con quienes nos cruzamos sin darnos cuenta siquiera. Igual que en astronomía, esa materia oscura era más dilatada que la parte visible de la vida de uno. Era infinita. Y él escribía en la libreta el repertorio de unos cuantos destellos en lo hondo de aquella oscuridad. Unos destellos tan débiles que cerraba los ojos y se concentraba, buscando un detalle evocador que le permitiese reconstruir el conjunto, pero no había conjunto, sólo fragmentos, partículas de polvo de estrellas."


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"Muchos años después, se vió otra vez por casualidad en aquella calle Bleue y una idea lo dejó clavado en el suelo: ¿podemos estar realmente seguros de que las palabras que dos personas han cruzado durante su primer encuentro se hayan desvanecido en la nada como si nunca las hubiera pronunciado nadie? ¿Y ese susurro de voces, esas conversaciones telefónicas desde hace alrededor de cien años? ¿Esos miles de palabras cuchicheadas al oído? ¿Todos esos jirones de frases tan intrascendentes que están condenadas al olvido?"

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"No llevaba pluma ninguno de los dos, ni papel para apuntar las señas, pero Bosmans la tranquilizó: nunca se le olvidaban los nombres de las calles ni los números de las casas. Era la forma que tenía él de luchar contra la indiferencia y el anonimato de las grandes ciudades, y quizá también contra las incertidumbres de la vida."

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 "Lejano Auteuil... Miraba el planito de París que venía en las dos última hojas de la Molesquine. Siempre se había imaginado que podría encontrar, en lo hondo de algunos barrios, a las personas a quienes había conocido en la juventud, con la edad y el aspecto de antes. Llevaban en ellos una vida paralela, resguardados del tiempo... En los pliegues secretos de aquellos barrios, aún vivían Margaret y los demás como eran por entonces. Para llegar a ellos, había que conocer pasadizos secretos que cruzaban por los edificios, calles que parecían a primera vista callejones sin salida y no venían en el plano. En sueños, sabía como llegar partiendo de tal estación de metro concreta. Pero, al despertarse, no sentía ya la necesidad de comprobarlo en el París real. O, más bien, no se atrevía."

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 "Prefería quedarse en aquel barrio. Le parecía que estaba llegando a una encrucijada de la vida, o más bien a una linde desde la que iba a poder lanzarse hacia el futuro. Por primera vez tenía en la cabeza la palabra porvenir; y otra palabra: horizonte. Aquellas noches, las calles desiertas y silenciosas del barrio eran líneas de fuga que desembocaban todas en elporvenir y en EL HORIZONTE"

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 "Iba por la Dieffenbachstrasse. Estaba cayendo un chaparrón de verano cuya violencia iba menguando a medida que caminaba al amparo de los árboles. Durante mucho tiempo pensó que Margaret había muerto. Pero no hay razón para pensarlo, no, no hay razón. Incluso el año en que nacimos los dos, cuando esta ciudad, vista desde el cielo, no era ya sino un montón de escombros, entre las ruinas florecían las lilas al fondo de los jardines."


Para acabar, no me puedo olvidar esta vez de resaltar la magnífica traducción de Maria Teresa Gallego, traductora también del libro de Michon. Si la traducción es siempre importante, lo es más aún en libros como éstos.



Links: A la página de lo que se conoce en francés como red Modiano, llena de recursos y enlaces sobre sus obras:

http://reseau-modiano.pagesperso-orange.fr/l_horizon_roman_de_patrick_modiano.htm

domingo, 24 de octubre de 2010

"Los once", de Pierre Michon


De nuevo Pierre Michon. También unas 140 páginas de excelente prosa. El último libro publicado en Francia por el autor y recién traducido por Anagrama que este trimestre ha realizado un verdadero despliegue de la mejor literatura francesa actual. Ya he comentado el magnífico "Correr" de Jean Echenoz. Y junto a este "Los Once" de Michon, completa la trilogía el último Modiano, "El horizonte", que acabo de empezar.

El libro de Michon es una joya. El título corresponde a un cuadro del Louvre, Los once, pintado por François-Élie Corentin, dedicado a los once miembros del Comité de Salvación Pública que rigieron el destino de Francia en 1794, en el año II de la Revolución, en el período que conocemos como el Terror. Billaud, Carnot, Prieur, Prieur, Couthon, Robespierre, Collot, Barère, Lindet, Saint-Juste y Saint-André. Una Sagrada Cena laica.




El relato se estructura en dos partes, la primera dedicada a narrarnos la biografía de Corentin, discípulo de Tiépolo ("Era de corta estatura y reservado, pero llamaban la atención su silencio febril, su buen humor taciturno, sus modales, ora arrogantes ora sesgados, hay quién dijo que torvos."). Nacido en Combleux, en 1730, cerca de Orleans, Michon nos cuenta sus orígenes familiares, sus antepasados y su educación. Ya en la segunda parte, el autor se centra plenamente en el cuadro, en su encargo, en su motivación, y finalmente en su descripción y en su crítica.

El libro está escrito todo el tiempo con un lenguaje profundamente pictórico, al estilo Michon, pero incluyendo una reflexión social, histórica y política profunda. Por ejemplo es genial la idea de que el cuadro, cuando se encarga es un comodín. Si Robespierre ganaba, se sacaría a la luz como prueba innegable de su poder y grandeza, y como muestra de homenaje y respeto por quién lo había encargado. Por contra, si caía, se haría creer que había sido el propio Robespierre quién lo había solicitado, como muestra de su ambición tiránica.

Lo mejor de todo es que, pese a la profusión de detalles que nos traslada Michon tanto del autor como del cuadro ("Cuatro metros coma treinta por tres, algo menos de tres"), ni uno ni otro existen. Ni Corentin existió, ni existe ningún cuadro denominado Los Once. Y sin embargo, al acabar el libro, uno tiene incluso la sensación de que pudo verlo la última vez que pasó por el Louvre, allí junto a los cuadros de Jean Louis David, pudo ver "el cuadro tan improbable, que tenía cuanto era preciso para no ser."

No puedo evitarlo, pero todo lo que leo de Michon me parece absolutamente excepcional.

martes, 19 de octubre de 2010

"Correr", de Jean Echenoz





Esto es la Wikipedia:


"Emil Zátopek (Kopřivnice, 19 de septiembre de 1922 - Praga, 22 de noviembre de 2000) fue un atleta checoslovaco. Especialista en pruebas de fondo, alcanzó gran celebridad por sus actuaciones en los Juegos Olímpicos de Londres (1948) y, especialmente, en los de Helsinki (1952). Destacó por su fuerza y resistencia, así como por la firmeza de su ritmo, cualidades que le valieron el apelativo de La Locomotora Humana.

Nació el mismo día que Dana Zátopková, que más tarde se convertiría en su mujer. Comenzó a practicar atletismo cuando trabajaba en una fábrica de calzado, oficio que abandonaría en 1945 para ingresar en el Ejército checoslovaco. Logró su primera plusmarca en 1944 y acumuló ocho campeonatos nacionales en 5000 y 10000 metros. En los Juegos Olímpicos de 1948 obtuvo la medalla de oro en 10000 m y la de plata en 5000. Dos años después, en el Campeonato de Europa de Bruselas, se impuso en ambas pruebas. Pero fue en los de Helsinki, donde consiguió que su nombre pasara a la historia del atletismo, tras vencer, en el plazo de una semana, en 5000 m, 10000 m y en el maratón. Tal vez inspirada por la espléndida victoria, su esposa Dana ganó la medalla de oro en el lanzamiento de jabalina tan solo una hora después de que su marido ganara la carrera de 5000 m lisos.  Posteriormente participó en el Campeonato de Europa de 1954, que tuvo lugar en Berna, donde logró de nuevo el título continental de 10000 m, así como la medalla de bronce en 5000 m. En los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956 fue sexto en el maratón. En 1958, en el Cross Internacional de Lasarte, puso fin a su trayectoria deportiva. A lo largo de ésta compitió en 334 carreras y obtuvo 261 victorias, estableciendo un total de 18 plusmarcas mundiales en distintas distancias.

En Checoslovaquia fue considerado un héroe nacional y ascendió incluso hasta el grado de coronel. Pero debido al apoyo que prestó en 1968 a Alexander Dubcek durante la llamada primavera de Praga, fue expulsado del Partido Comunista y del Ejército. Comenzó entonces una etapa oscura de su vida en la que tuvo incluso que trabajar de barrendero para subsistir. Tras retractarse en 1975, su figura fue rehabilitada en parte por el régimen comunista. Falleció el 22 de noviembre de 2000 en Praga."




Y esto es literatura:

"Hay corredores que parecen volar, otros bailar, otros desfilar, otros parecen avanzar como sentados sobre las piernas. Algunos dan tan sólo la impresión de ir lo más rápido posible a donde acaban de llamarlos. Emil, nada de todo eso. 


Emil parece que se encoja y desencoja como si cavara, como en trance. Lejos de los cánones académicos y de cualquier prurito de elegancia, Emil avanza de manera pesada, discontinua, torturada, a intermitencias."




Jean Echenoz (Orange, 1947) es uno de los mejores escritores franceses actuales. Hace tres años publicó una biografía novelada sobre Maurice Ravel, que era en realidad, la primera parte de una trilogía cuya segunda entrega es precisamente este "Correr" dedicado a la vida del corredor checo Emil Zatopek. Acaba de publicar en Francia la tercera entrega, una aproximación a la historia bastante desconocida del ingeniero Nicolas Tesla. 


Son biografías noveladas, no exhaustivas, apenas esbozos de vidas, en las que importa más acercarse al alma del personaje que a los detalles, a la minuciosidad de los datos. Y Echenoz lo consigue con creces. Son apenas 140 páginas de letra grande, que nos dan una aproximación literaria a la vida de Zatopek y que la hacen especialmente interesante. A base de fragmentos, de impresiones, de apuntes, Echenoz consigue transmitir tanto la especial personalidad del corredor, como el entorno en el que se desarrolló su carrera, encuadrada como bien remarca el autor, entre dos invasiones, la de los alemanes y la de los soviéticos. Por ejemplo, es magnífico el episodio en el que cuenta como un día le proponen representar al ejército checoslovaco en los campeonatos de las fuerzas aliadas en Berlín y después de un viaje catastrófico acaba desfilando en solitario detrás de la bandera de su país entre las risas del público, que después por contra lo aclamará cuando en los cinco mil metros acabe entrando en meta también en solitario, con una vuelta de ventaja sobre los demás atletas. 


Y también es magnífica la descripción de sus complejas relaciones con el régimen que acabarán llevándolo, después de la invasión rusa, a trabajar como basurero, después de pasar por una condena de seis años de trabajos en las minas de uranio . Acabo copiando un párrafo que hace referencia a este episodio como muestra de que vale la pena leer el libro:


"Al cabo de seis años, la hermana mayor del socialismo y sus apoderados praguenses, que han convertido a Alexander Dubcek en jardinero, deciden que Emil regrese a la capital, pues se les ha ocurrido la idea de ascenderlo y convertirlo en basurero. La idea parece buena, ya que la intención es humillarlo, pero no tarda en demostrarse que no es tan buena. En primer lugar, cuando Emil recorre las calles de la ciudad tras el camión con su escoba la gente lo reconoce de inmediato y todo el mundo se asoma a las ventanas para ovacionarlo. En segundo lugar, como sus compañeros de trabajo se niegan a que él recoja la basura, se limita a correr a pequeñas zancadas, en medio de los gritos de aliento, como antes. Todas las mañanas, a su paso, los habitantes del barrio donde le toca trabajar a su equipo bajan a la calle para aplaudirle, vaciando ellos mismos su cubo en el camión. No ha habido nunca en el mundo basurero tan aclamado."


sábado, 16 de octubre de 2010

"Dime quién soy", de Julia Navarro



Folletín.

(De folleto).

1. m. Escrito, insertado a veces en la parte inferior de las planas de los periódicos, que trata de materias ajenas a la actualidad; como ensayos, novelas, etc.

2. m. Tipo de relato propio de las novelas por entregas, emocionante y poco verosímil.

3. m. Pieza teatral o cinematográfica de características similares a las del folletín novelesco.

4. m. Situación insólita propia de una obra folletinesca.



Escribo esta crónica en caliente, con la la tinta del libro aún en las manos. Y lo hago así para que no me dé tiempo a reflexionar, a escribir de forma más pensada, porque sería mucho más duro. El libro de Julia Navarro me ha producido sensaciones por completo ambivalentes, contradictorias. La mejor definición que encuentro es que es un folletín. Pero para ser preciso, para que se entienda lo que quiero decir, lo mejor es acudir al diccionario. Y la definición es precisamente la que se recoge arriba, en su segunda acepción, tipo de relato propio de las novelas por entregas, emocionante y poco verosímil.

La novela se construye en torno a la reconstrucción de la vida de Amelia Garayoa, bisabuela del periodista al que se le encarga investigar su biografía. A partir de este punto asistimos a un relato doblemente inverosímil, tanto en lo que se refiere al propio proceso de investigación biográfica como a la vida novelesca de la protagonista, que recorre toda la historia del siglo XX español y europeo. Así pasamos de la república y la guerra civil española a la Rusia estalinista, el nazismo, Varsovia, Egipto, Atenas, Berlín, idas y vueltas a Madrid, .... No entro en detalles para no desvelar la trama que es la parte interesante de la historia.

Al final resulta que es un libro entretenido, emocionante en algunos momentos, completamente increíble en muchos otros, que desde luego no pasará a la historia de la literatura. Hubiera sido mejor publicarlo por entregas, porque es imposible leerlo de un tirón, pero pese a ello no le sobran páginas. Best-seller a la española, lo dicho, un folletín. Aunque no hay que olvidar que la principal referencia en asunto de folletines es Alejandro Dumas y a nadie le importa si el Conde de Montecristo es creíble o no.

 

miércoles, 13 de octubre de 2010

"Roseanna", de Maj Sjöwall y Per Wahlöö



Segundo libro leído de la pareja Sjowall-Wahloo, aunque realmente primero de la serie de diez publicados con el inspector Martin Beck como protagonista. El libro empieza una tarde dejulio con el hallazgo del cuerpo desnudo de una muchacha en un lago de Suecia. A partir de ahí empieza una larga y paciente investigación hasta descubrir primero la identidad de la joven, Roseanna, una turista americana, y después la identidad del asesino.

Tanto por la personalidad del inspector como sobre todo por la metodología de la investigación, lenta, paciente, minuciosa, en la que los tiempos de espera son tan importantes como la intuición del momento, es imposible no acordarse de Wallander. Por eso no es de extrañar que el libro lleve un prólogo de Mankell, en el que rinde tributo a la pareja y los reconoce abiertamente como clásicos.

La novela es muy buena. Pese al lento transcurrir de la historia mantiene la tensión desde el primer momento. Y está bien resuelta. Ha envejecido bien. Sin prisas, pero habrá que seguir leyendo la serie de Martin Beck. Se acumula el trabajo.

sábado, 9 de octubre de 2010

"Invisible", de Paul Auster



Después de "El cuaderno rojo" me quedé con ganas de seguir leyendo a Auster, así que he saltado al final, a su última obra publicada, "Invisible", editada en 2009. Y de nuevo me ha parecido magnífica.

La historia que se nos cuenta está dividida en cuatro secciones. En la primera, narrada en primera persona, asistimos al encuentro en 1967 entre el protagonista-narrador, Adam Walker, estudiante en Columbia, y un oscuro personaje, Rudolf Born, que le propone publicar una revista literaria. La relación dará pié a un triángulo amoroso con Margot, la novia de Born, y a un final sorprendente que incluye una muerte violenta.

La novela empieza así: "Le estreché la mano por primera vez en la primavera de 1967. Por entonces yo era un estudiante de segundo curso en Columbia, un muchacho sin formar con ansia de libros y la creencia (o ilusión) de que algún día tendría las suficientes cualidades para considerarme poeta, y como leía poemas, ya conocía a su tocayo del infierno de Dante, un muerto que iba arrastrando los pies por los últimos versos del canto veintiocho del Inferno. Bertrán de Born, el poeta provenzal del siglo XII, que llevaba cogida del pelo su cabeza cortada, haciéndola oscilar de un lado a otro como un farol."

En la segunda sección descubrimos que lo que hemos leído en la primera es en realidad un texto escrito por el propio Adam Walker contando algunos episodios de su vida en los años 60 y que en concreto ese texto es el fragmento denominado "Primavera", primera parte de una novela llamada "1967". Nos lo cuenta un segundo personaje, James Freeman, compañero de juventud de Walker, y convertido en escritor con cierto renombre:

"En los remotos tiempos de nuestra juventud, Walker y yo habíamos sido amigos. Ingresamos juntos en Columbia en 1965, dos estudiantes de primer curso procedentes de Nueva Jersey, y durante los cuatro años siguientes nos movimos en los mismos círculos, leímos los mismos libros, compartimos las mismas aspiraciones. Luego se licenció nuestra promoción, y perdí el contacto con él. A principios de los años setenta, me encontré con alguien y me dijo que Adam estaba viviendo en Londres (o quizá en Roma, no lo sabía con certeza), y aquélla fue la última vez que oí mencionar su nombre. Durante los treinta y tantos años siguientes, apenas me acordé de él, pero cuando lo hacía siempre me preguntaba cómo se las había arreglado para desaparecer sin dejar rastro."

Asistimos en una primera fase al contacto reestablecido entre los dos amigos, en el que el escritor le anima a Walker a acabar de contar su historia, hasta que finalmente, en la segunda parte de esta sección le envía un segundo texto "Verano", escrito esta vez en una segunda persona autoreflexiva, para contarle uno de los mejores fragmentos de la novela, la relación especial que Walker mantuvo con su propia hermana mayor en un momento de su vida, historia que curiosamente en otro momento del libro su propia hermana negará, en una confusión permanente entre ficción y realidad.
La tercera sección del libro empieza con el viaje de Freeman a California para buscar en persoana a Walker:

"Una semana después de leer el texto de Verano, me encontraba en California, en Oakland, llamando al timbre de la casa de Walker. No le había escrito ni llamado para decirle lo que pensaba de la segunda parte de su libro, y él tampoco se había puesto en contacto para preguntar."

Al llegar, Walker acaba de fallecer, aunque ha dejado dispuesto que le entreguen a Freeman las notas de la tercera parte del libro que está escribiendo, la denominada "Otoño", que esta vez, para introducir aún un mayor distanciamiento, ha escrito en tercera persona. En esa parte se cuenta el viaje de Walker a París en 1967 donde se encontrará de nuevo con Born y con Margot, y también con lo que parece ser el entorno más próximo de Born, una mujer llamada Hélene y su hija Cécile, quien se enamorará de Walker. El viaje acabará mal y Walker tendrá que volver de forma precipitada a su país.

Finalmente, en la cuarta sección, Freeman nos cuenta los últimos pasos que dió con el texto de Walker. Después de una larga conversación con la hermana, decide publicar el texto, pero alterando todas las identidades. Para corroborar algunos aspectos de la historia decide contactar con Cecile, quién, a modo de epílogo, le proporcionará su diario del extraño encuentro final que tuvo con Rudolf Born en una isla del Caribe, diario que cierra el libro.



Aunque mi resumen pueda parecer confuso, el libro está muy bien escrito y construido. Auster es un gran contador de historias, y te va llevando por los distintos niveles de lectura sin que apenas te des cuenta de la complejidad de la arquitectura. Juega permanentemente con las identidades de los personajes y con la confusión entre realidad y ficción, entre la literatura y la vida, hasta componer un mosaico perfectamente ensamblado. La historia entre Walker y su hermana, cierta o falsa, realidad o simplemente deseo, es buen ejemplo de ese juego, y a la vez, la mejor muestra de la calidad de su escritura. Tendré que seguir leyendo a Auster y recuperar las obras anteriores.



Links: A una página donde se anuncia la inmediata publicación de una nueva novela, "Sunset Park", y se ofrece un fragmento inicial en inglés.




jueves, 7 de octubre de 2010

Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010



Crecí literariamente hablando con Gabriel García Márquez y con Mario Vargas Llosa. En COU, hace mil años, un buen profesor, al que nunca le daré bastante las gracias, nos descubrió un mundo inmenso que estaba ahí afuera esperando. Otro día hablaré de Gabo. Hoy toca alegrarse por el Nobel de Vargas Llosa.





















Creo que lo primero que leí fue “Los cachorros”. Después “Los jefes” y “La ciudad y los perros”. Luego el impacto duro, en el fondo y en la forma, de “Conversación en la catedral”. Y a partir de ahí, una larga lista, divertida a veces como "Pantaleón y las visitadoras" o "La tía Julia y el escribidor", apasionada y triste otras, como las magistrales "La guerra del fin del mundo" o "La fiesta del chivo".



No le he leído todo. Tampoco creo que todo lo que ha escrito sea perfecto. Pero varias de las obras citadas y otras más justifican más que sobradamente este Nobel. Por ejemplo, su obra ensayística y su reflexión sobre la creación literaria, recogida en obras como la hoy casi inencontrable García Márquez: historia de un deicidio, o La orgía perpetua sobre Flaubert y Madame Bovary, son textos magníficos. Y no me puedo olvidar de su Carta de batalla por Tirant lo Blanc.


Así que hoy brindo por una obra y por un escritor del que podemos estar orgullosos. Sin duda se merece el Nobel. Felicidades.



miércoles, 6 de octubre de 2010

"El talento de Mr.Ripley", de Patricia Highsmith


Este verano he recuperado también otra asignatura pendiente, pero esta vez los resultados no han sido los mismos que con otros libros a los que he hecho referencia en este blog. Ni había leído la novela de Patricia Highsmith ni había visto ninguna de las dos películas que se han realizado sobre la novela: ni la mítica “A pleno sol” de 1960, protagonizada por un joven Alain Delon, ni la más reciente del mismo título que la novela, protagonizada por Matt Damon.





El resultado es que, pese a que reconozco que la historia mantiene el interés hasta el final , no me ha acabado de motivar. La trama tiene muy poca credibilidad y las situaciones son demasiado rocambolescas. Y aunque el punto de vista del asesino como protagonista y casi héroe capaz de resolver todos sus problemas resulta curioso, la novela en conjunto no me ha gustado. No sé si es la novela la que envejece mal o el que se hace viejo soy yo, pero casi prefiero el punto de vista tradicional.


domingo, 3 de octubre de 2010

"El caballero inexistente", de Italo Calvino


Tercera entrega de la trilogía de “Nuestros antepasados”. El protagonista es un caballero de la Corte de Carlomagno, llamado Agilulfo Emo Bertrandino de los Guildivernos y de los Otros de Corbentraz y Sura, Caballero de Selimpia Citerior y Fez.



(Si se me permite una digresión, al leer ese nombre no pude evitar acordarme del genial Luis Sánchez Polack , “Tip”, ya que Calvino le ha puesto al caballero un nombre digno de alguno de los santos varones surrealistas que el humorista nos presentaba en las mañanas de la radio con Luis del Olmo. Los que ya tenemos cierta edad, seguro que nos acordamos. )




Volviendo a la novela, la base de la historia es que ese caballero de largo nombre no existe, al menos en el sentido material, ya que dentro de la armadura no hay nada, está vacía, es una simple conciencia sin cuerpo. Y a partir de ahí Calvino juega con todos los conceptos, la conciencia, la corporeidad, el ser o no ser, la base de la existencia, etc,…, siempre con un tono entre irónico y pesismista. Por ejemplo, la inexistencia de necesidades corpóreas convierte al caballero en el único personaje disciplinado de la Corte, generando la animadversión del resto de los caballeros, entregados. Introduce también Calvino otros personajes para que sirvan de contraste, en particular al escudero Gurdulú, ser con cuerpo pero sin conciencia de sí mismo. Podemos encontrar aquí una vuelta de tuerca más a las figuras de Quijote y Sancho. Al final, el caballero se desvanecerá y el autor nos dejará con un sabor bastante más amargo y pesimista que el que había quedado después de “El barón rampante”.

Es un digno final a la trilogía, aunque tal vez sea la que menos me ha gustado de las tres novelas

Resulta curioso como este libro y en general, el conjunto de las tres historias, se han convertido en libros para todos, que tan pronto son utilizados como libros de lectura escolar, como son publicados como objetos artísticos de culto por editoriales de lujo como la italiana FMR. Sin duda pone de manifiesto que la trilogía permite múltiples y muy variadas lecturas.
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