miércoles, 30 de noviembre de 2011

"El policía que ríe", de Maj Sjowall y Per Wahloo


Cuarta entrega de la serie Martin Beck. Publicada en Suecia en 1968, refleja perfectamente la evolución de la sociedad sueca y la percepción crítica del matrimonio Sjöwall-Wahlöö. La novela empieza en un Estocolmo inmerso en las protestas antiamericanas por la guerra de Vietnam. Mientras que casi toda lo policía está pendiente de las manifestaciones, una patrulla descubre que alguien ha disparado contra los pasajeros de un autobús, dejando ocho muertos y un herido. Entre las víctimas,  el detective Stenstrom. Beck y su equipo tendrán que investigar si es una casualidad, o el verdadero objetivo de la matanza es disfrazar el asesinato del policía.  Poco a poco, al estilo sueco, minucioso, lento y realista, la constancia y el azar llevarán a la solución del caso.



No resisto la tentación de reproducir el inicio de la novela. La escena de la manifestación no queda tan lejana.

"En la tarde del 13 de noviembre en Estocolmo llovía a cántaros. Martin Beck y Kollberg estaban en casa de este último, situada no muy lejos de la estación de metro de Skärmarbrink, en una de las zonas residenciales del sur, enfrascados en una partida de ajedrez. Ambos libraban, pues los últimos días no había sucedido nada de particular. Martin Beck era un pésimo jugador de ajedrez, pero de todas maneras se obstinaba en jugar. Kollberg tenía una hija de poco más de dos meses. Precisamente esa tarde se veía obligado a ejercer de niñero. Martin Beck, por su parte, no tenía muchas ganas de volver a casa antes de lo estrictamente necesario. El tiempo era horrible. La lluvia caía a rachas, barriendo los tejados de las casas y golpeando con estrépito en los cristales de las ventanas. Las calles estaban en general desiertas, pobladas tan sólo por un pequeño número de personas, que creían tener razones de peso para salir de casa con un tiempo así.

Ante la embajada de Estados Unidos, sita en Strandvägen, y a lo largo de las calles adyacentes, cuatrocientos doce policías se enfrentaban a aproximadamente el doble de manifestantes. Los agentes del orden iban provistos de bombas de gas lacrimógeno, pistolas, látigos, porras de goma, coches, motocicletas, estaciones de onda corta, megáfonos de pilas, perros-policía y caballos alborotados. Los manifestantes no tenían más arma que una misiva y pancartas de cartón, que comenzaban a deslavazarse bajo la lluvia torrencial. Resultaba difícil ver en ellos un grupo unitario, pues había gente de la más variada extracción social: desde colegialas de trece años con vaqueros y trenkas y estudiantes universitarios serios como tumbas, hasta provocadores y pendencieros de oficio, y como mínimo una artista de ochenta y cinco años con boina y paraguas de seda azul. Algún poderoso interés común los había echado a la calle, a despecho de la lluvia y de lo que pudiera sucederles. Por otra parte, el bando policial tampoco reunía precisamente a lo más selecto del cuerpo; había sido formado con gente procedente de todos los distritos, pero cualquier policía que tuviera amistad con un médico o que dominase el arte de escurrir el bulto, se había descolgado de tan desagradable empresa. Quedaban, por tanto, los que sabían lo que hacían y hallaban gusto en ello, y también los que en la jerga profesional se denominaban «gallitos», esto es, novatos sin ninguna experiencia que, por ello mismo, no osaban escaquearse y que tampoco tenían la más remota idea de lo que realmente se traían entre manos los otros, ni menos aún de por qué lo hacían."





Al parecer, en 1973 se rodó en EEUU una película basada en la novela. Dirigida por Stuart Rosenberg, y protagonizada por el gran Walter Matthau, se estrenó en España como "San Francisco ciudad desnuda". No recuerdo haberla visto.



domingo, 27 de noviembre de 2011

"La huella del hereje", de Susana Fortes


Susana Fortes, gallega afincada en Valencia, escribe francamente bien. Sus novelas son entretenidas y creíbles. En su día me gustó su "Quattrocento" ambientado en Florencia. Y ahora, después de una incursión en el mundo del fotógrafo Robert Capa, que tengo pendiente, vuelve a su Galicia natal con un thriller que ha resultado  casi premonitorio. Creo que la novela, que empieza con el encuentro de un cadáver en la catedral de Santiago y la desaparición de un manuscrito, es inmediatamente anterior al robo en esa misma catedral del famoso "Codex Calixtinus".

"El hallazgo del cuerpo sin vida de una joven en el interior de la catedral de Santiago de Compostela cae como un aldabonazo en la ciudad. Al mismo tiempo desaparece de la Biblioteca de la Universidad un manuscrito de Prisciliano, el gran hereje gallego. El subcomisario Lois Castro, viejo conocedor del oficio, se enfrenta a ambos casos con la inesperada colaboración de dos periodistas de raza: Laura Márquez, una joven becaria flacucha, de ojos castaños y con malas pulgas que llega a la ciudad huyendo de sus propios fantasmas y Villamil, un veterano reportero, correoso y medio anarcoide que ha conocido días mejores en la profesión.

Una trama de ritmo creciente en la que se cruzan ecologistas, peregrinos de paso, profesores universitarios, tiburones de las finanzas y curas que hacen sus propias apuestas de salvación en una ciudad levítica donde nada es lo que parece. La huella del hereje es un adictivo thriller que insta al lector a viajar en el tiempo y traslada la atmósfera amenazante y brumosa de la mejor novela negra a las calles inolvidables de Santiago de Compostela."

Parece que la novela negra gallega va tomando cuerpo. Después del Caldas de Domingo Villar, ahora el subcomisario Castro apunta posibilidades. Aunque de momento, me sigo quedando con el primero.

 

jueves, 24 de noviembre de 2011

"Un pedigree", de Patrick Modiano


En 2005, Modiano publica "Un pedigree", a modo de autobiografía para reconciliarse con sus propios demonios. El escritor nace en Boulogne-Billancourt en julio de 1945. Hijo de unos padres que no se ocuparán de él lo suficiente, su principal apoyo será su hermano mayor, Rudy. Pero su hermano muere a los diez años, y esta muerte le marcará para siempre. Tras una etapa difícil, en la que bordeará la delincuencia, acabará dedicándose definitivamente a la literatura al aprobar la selectividad.

"Un pedigree" es un libro seco, lleno de datos y lugares, a veces confuso, pero siempre apasionante. Casi un exorcismo. No es el mejor libro para entrar en la obra del autor, pero es imprescindible para quien ya lo haya descubierto.

Copio de la presentación de la edición española:

"París, octubre de 1942. Un hombre y una mujer se conocen durante la ocupación de la ciudad. Él es un judío de origen toscano, ella una belga que persigue el sueño de convertirse en bailarina. Se casan y tienen dos hijos, uno de los cuales es Patrick Modiano. Durante veinte años viven juntos en un piso del muelle de Conti. A su alrededor, un mundo de personajes extraños: hombres de negocios cuyas tareas son siempre misteriosas, actrices de tres al cuarto dispuestas a cualquier cosa, aman-tes de personajes famosos, alcahuetes y aristócratas decadentes de dudosa sexualidad. Son hombres y mujeres que intentan huir de la guerra y las deportaciones, y tratan de arreglárselas en la difícil existencia de la posguerra. Un universo de rostros con el que Modiano reconstruye un carné de identidad personal. Pero también el cuadro de una época extraña en la que se presiente el desastre. Un texto autobiográfico clave para entender la obra de este extraordinario autor."



Algunos fragmentos del libro:
  
"Je suis né le 30 juillet 1945, à Boulogne-Billancourt, 11 allée Marguerite, d'un juif et d'une Flamande qui s'étaient connus à Paris sous l'Occupation. J'écris juif, en ignorant ce que le mot signifiait vraiment pour mon père et parce qu'il était mentionné, à l'époque, sur les cartes d'identité. Les périodes de haute turbulence provoquent souvent des rencontres hasardeuses, si bien que je ne me suis jamais senti un fils légitime et encore moins un héritier."

"À part mon frère Rudy, sa mort, je crois que rien de tout ce que je rapporterai ici ne me concerne en profondeur. J'écris ces pages comme on rédige un constat ou un curriculum vitae, à titre documentaire et sans doute pour en finir avec une vie qui n'était pas la mienne. (...) Les événements que j'évoquerai jusqu'à ma vingt et unième année, je les ai vécus en transparence - ce procédé qui consiste à faire défiler en arrière-plan des paysages, alors que les acteurs restent immobiles sur un plateau de studio. Je voudrais traduire cette impression que beaucoup d'autres ont ressentie avant moi : tout défilait en transparence et je ne pouvais pas encore vivre ma vie."

 
"Cé soir-là, je m'étais senti léger pour la première fois de ma vie. La menace qui pésait sur moi pendant toutes ces années, me contraignant à être sans cesse sur le qui-vive, s'était dissipée dans l'air de Paris."  


El libro está editado en español por Anagrama, con traducción de María Teresa Gallego.

domingo, 20 de noviembre de 2011

"Concierto barroco", de Alejo Carpentier


 

"De plata los delgados cuchillos, los finos tenedores; de plata los platos donde un árbol de plata labrada en la concavidad de sus platas recogía el jugo de los asados; de plata los platos fruteros, de tres bandejas redondas, coronadas por una granada de plata; de plata los jarros de vino amartillados por los trabajadores de la plata; de plata los platos pescaderos con su pargo de plata hinchado sobre un entrelazamiento de algas; de plata los saleros, de plata los cascanueces, de plata los cubiletes, de plata las cucharillas con adorno de iniciales..."


Otra pequeña maravilla. Un texto imprescindible. De Vivaldi a Louis Amstrong, pasando por Nicolás Guillén. Carpentier publica este texto en 1974, treinta años después del viaje a la semilla. Y en él vuelca su prosa barroca, su inmenso vocabulario, sus enciclopédicos conocimientos musicales y su maravillosa imaginación.

Basada en un hecho histórico real, la composición y estreno en Venecia, en 1773, de una ópera de Vivaldi sobre la figura de Motezuma (sic), Carpentier nos cuenta el viaje a Europa de un indiano y su criado en busca de instrumentos musicales. A partir de aquí, la historia se abre al contraste entre los continentes en un juego permanente en el que se mezcla realidad y ficción, presente y futuro, y en el que Haendel y Scarlatti conviven y opinan sobre Strawinski o Wagner.

Antes de reproducir uno de los fragmentos centrales del libro, no resisto la tentación de copiar este párrafo sobre mi ciudad. Creo que Carpentier visitó Valencia en 1937, en el II Congreso de escritores antifascistas para la defensa de la Cultura.

"Valencia les agradó porque allí volvían a encontrar un ritmo de vida, muy despreocupado de relojes, que les recordaba el 'no hagas mañana lo que puedas dejar para pasado mañana' de sus tierras de atoles y ajiacos."


Reproduzco aquí uno de los fragmentos centrales del libro. Creo que también se puede encontrar completo en la red, en alguna biblioteca virtual.

“¡Ahora!” —aulló Antonio Vivaldi, y todo el mundo arrancó sobre el “Da capo”, con tremebundo impulso, sacando el alma a los violines, oboes, trombones, regales, organillos de palo, violas de gamba, y a cuanto pudiese resonar en la nave, cuyas cristalerías vibraban, en lo alto, como estremecidas por un escándalo del cielo.  
Acorde final. Antonio soltó el arco. Doménico tiró la tapa del teclado. Sacándose del bolsillo un pañuelo de encaje harto liviano para tan ancha frente, el sajón se secó el sudor. Las pupilas del Ospedale prorrumpieron en una enorme carcajada, mientras Montezuma hacía correr las copas de una bebida que había inventado, en gran trasiego de jarras y botellas, mezclando de todo un poco... En tal tónica se estaba, cuando Filomeno reparó en la presencia de un cuadro que vino a iluminar repentinamente un candelabro cambiado de lugar. Había ahí una Eva, tentada por la Serpiente. Pero lo que dominaba en aquella pintura no era la Eva flacuchenta y amarilla —demasiado envuelta en una cabellera inútilmente cuidadosa de un pudor que no existía en tiempos todavía ignorantes de malicias carnales—, sino la Serpiente, corpulenta, listada de verde, de tres vueltas sobre el tronco del Árbol, y que, con enormes ojos colmados de maldad, más parecía ofrecer la manzana a quienes miraban el cuadro que a su víctima, todavía indecisa —y se comprende cuando se piensa en lo que nos costó su aquiescencia— en aceptar la fruta que habría de hacerla parir con el dolor de su vientre. Filomeno se fue acercando lentamente a la imagen, como si temiese que la Serpiente pudiese saltar fuera del marco y, golpeando en una bandeja de bronco sonido, mirando a los presentes como si oficiara en una extraña ceremonia ritual, comenzó a cantar:

— “Mamita, mamita,
ven, ven, ven.
Que me come la culebra,
ven, ven, ven.
—Mírale lo sojo
que parecen candela.
—Mírale lo diente
que parecen filé.
—Mentira, mi negra,
ven, ven, ven.
Son juego é mi tierra,
ven, ven, ven”.

Y haciendo ademán de matar la sierpe del cuadro con un enorme cuchillo de trinchar, gritó:

— “La culebra se murió,
ca-la-ba-són,
Son-són.
Ca-la-ba-són,
Son-són”.
— “Kábala-sum-sum-sum” —coreó Antonio Vivaldi, dando al estribillo, por hábito eclesiástico, una inesperada inflexión de latín salmodiado. “Kábala-sum-sum-sum” — coreó Doménico Scarlatti. “Kábala-sum-sum-sum” —coreó Jorge Federico Haendel. “Kábala-sumsum-sum” —repetían las setenta voces femeninas del Ospedale, entre risas y palmadas. Y, siguiendo al negro que ahora golpeaba la bandeja con una mano de mortero, formaron todos una fila, agarrados por la cintura, moviendo las caderas, en la más descoyuntada farándula que pudiera imaginarse —farándula que ahora guiaba Montezuma, haciendo girar un enorme farol en el palo de un escobillón a compás del sonsonete cien veces repetido. “kábalasum-sum-sum”. Así, en fila danzante y culebreante, uno detrás del otro, dieron varias vueltas a la sala, pasaron a la capilla, dieron tres vueltas al deambulatorio, y siguieron luego por los corredores y pasillos,subiendo escaleras, bajando escaleras, recorrieron las galerías, hasta que se les unieron las monjas custodias, la hermana tornera, las fámulas de cocina, las fregonas, sacadas de sus camas, pronto seguidas por el mayordomo de fábrica, el hortelano, el jardinero, el campanero, el barquero, y hasta la boba del desván que dejaba de ser boba cuando de cantar se trataba —en aquella casa consagrada a la música y artes de tañer, donde, dos días antes, se había dado un gran concierto sacro en honor del Rey de Dinamarca... 
“Ca-laba-són-són-són” —cantaba Filomeno, ritmando cada vez más. “Kábala sum-sum-sum” —respondían el veneciano, el sajón y el napolitano. “Kábala-sum-sum-sum” —repetían los demás, hasta que, rendidos de tanto girar, subir, bajar, entrar, salir, volvieron al ruedo de la orquesta y se dejaron caer, todos, riendo, sobre la alfombra encarnada, en torno a las copas y botellas.



PD: En mi viejo ejemplar de Siglo veintiuno de españa editores, aparece a lápiz una anotación: 150. Pesetas, claro. Menos de un euro. Nostalgia. Pero cualquiera tiempo pasado no fue mejor. 

sábado, 19 de noviembre de 2011

"Viaje a la semilla", de Alejo Carpentier



Uno de los mejores cuentos de la historia. Un maravilloso recorrido en contra del tiempo. Escrito en 1944, según contaba el autor de un tirón en una sola noche, creo que lo leí por primera vez en los años 70. Lo he vuelto a leer estos días. Y he vuelto a los orígenes. Excepcional.

Apenas dos ejemplos de la facilidad con que Carpentier juega con el tiempo y con las palabras. :

"Los cirios crecieron lentamente, perdiendo sudores. Cuando recobraron su tamaño, los apagó la monja apartando una lumbre."

"La Marquesa trocó su vestido de viaje por un traje de novia, y, como era costumbre, los esposos fueron a la iglesia para recobrar su libertad. Se devolvieron presentes a parientes y amigos, y, con revuelo de bronces y alardes de jaeces, cada cual tomó la calle de su morada."


El cuento está en la red, en bastantes direcciones. Dejo una:







domingo, 6 de noviembre de 2011

"Por la boca muere el pez", de Andrea Camilleri y Carlo Lucarelli


En la primavera de 2005, dos de los mejores autores de novela negra actual, los italianos Andrea Camilleri y Carlo Lucarelli, se retaron a escribir a cuatro manos un historia protagonizada por sus dos famosos personajes: Salvo Montalbano y Grazia Negro. A lo largo de varios años, y a modo de partida de ajedrez, se enviaron cartas e intercambiaron pistas y escritos, retándose a continuar el relato en el punto en que cada uno lo dejaba. El resultado, un pequeño libro editado en Italia el año pasado, con el título de "Acqua in bocca" y publicado ahora en castellano como "Por la boca muere el pez". Por cierto, la expresión original italiana se refiere tal vez más a algo así como boca cerrada o punto en boca. Pero sin duda, la traducción elegida es también muy oportuna.



La historia empieza con un asesinato cometido en Bolonia. Un hombre yace en el suelo con un sólo zapato y la cabeza en una bolsa de plástico. Al lado tres peces rojos muertos. Al ser siciliana la víctima, la inspectora Negro pedirá ayuda extraoficial al comisario Montalbano ante la sospecha de que detrás del crimen se oculta una trama más compleja. A partir de ahí la historia se complica y cada uno de los autores le da una vuelta de tuerca en cada entrega, en cada intercambio epistolar.

El resultado final es una historia corta, que se lee en un rato, muy entretenida y con algún momento brillante. Aunque en conjunto no pasa de ser un divertimento, una obra menor en la producción de los dos autores. Creo que mejor descubrir las novelas de cualquiera de los dos. En mi caso, supone además una invitación a descubrir las novelas de Lucarelli, del que hasta ahora no había leído nada. De Camilleri ya he dejado, en persona, muestra de mi admiración.