domingo, 29 de marzo de 2009

"El cuento número trece", de Diane Setterfield


"¿Conocéis la sensación de empezar un libro nuevo antes de que el recuerdo del último haya tenido tiempo de cerrarse detrás de vosotros?. Deja uno el libro con ideas y temas -personajes incluso- atrapados en las fibras de la ropa y cuando abre el libro nuevo siguen ahí. Bueno, pues esa era la sensación."

Realmente acabé la novela de Diane Setterfield justo antes de leer el libro de Bennett sobre la Reina, y casi sin solución de continuidad, por lo que creo que efectivamente, cuando leía sobre lo que (ella) leía, flotaba en el ambiente el aroma gótico y victoriano del cuento trece, y lo que también supone de reflexión sobre la lectura y la escritura. Así que el cambio no fué tan brusco como en otras ocasiones, y no fué difícil deslizarse de las bibliotecas y salones de la mansión de Angelfield al ambiente decadente de los palacios reales, en una Inglaterra que cada vez más parece anclada entre la añoranza de un pasado glorioso y la realidad de un futuro mediocre.




El cuento número trece es una excelente novela, bien escrita, bien planteada, y bien resuelta, aunque quizás la propia historia de la protagonista sea lo más débil del libro. Pero en general, en los tiempos que corren, es de agradecer que se convierta en bestseller un libro que no se fundamente en templarios y demás.



Concebida como homenaje a la novela romántica inglesa, y especialmente a Jane Eyre, el libro está lleno de referencias explícitas y menos explícitas a obras y personajes. ¿O es que acaso el nombre de la protagonista, Vida Winter, no es un homenaje directo a la Rebecca, de Daphne de Maurier, y Angelfield a Manderley ?. Institutrices inteligentes, señores que enloquecen, amas de llaves y jardineros que se convierten en los pilares reales de las casas, fantasmas esquivos, mansiones en ruinas, incendios misteriosos. Y sobre todo, niños inquietantes. No hay secretos en una casa donde hay niños. Y si además son gemelas, más aún.
De todas maneras, aunque la sensación final que me queda es que vale la pena leerla, mejor todavía creo que lo que deberíamos hacer es volver a leer a los clásicos, a las hermanas Bronté, a Daphne, a Henry James,.... Lástima no tener todo el tiempo del mundo.





Links: Al principo de Rebecca, por supuesto. "Anoche soñé que volvía a Manderley."

sábado, 28 de marzo de 2009

"Una lectora nada común", de Alan Bennett



Curioseando por las librerías descubro un librito de poco más de cien páginas que desarrolla una historia poco común. ¿Y si la Reina de Inglaterra descubriera de repente el placer de la lectura, a través del contacto con una biblioteca ambulante aparcada junto a las puertas de las cocinas del palacio, con la guía inestimable de un joven pinche de cocina, pelirrojo y gay?.

A partir de ese arranque insólito, la novela desarrolla las consecuencias de la nueva afición real y se divierte describiendo el ambiente y las reacciones de la corte, en un pequeño muestrario del poder y la burocracia que rodea a Su Majestad. Bennett de paso, se despacha también sobre sus colegas los escritores, y pasa revista a una parte de la literatura universal, dando cuenta de sus preferencias, entre las que destaca, sin duda, Marcel Proust.


Y sobre todo, reflexiona sobre el hecho de leer y las consecuencias transformadoras y liberadoras de la lectura, y de la inevitable fase posterior, la escritura. Aunque no es una obra redonda, es un pequeño divertimento que se lee de un tirón.


"El atractivo, pensó, estaba en su indiferencia: había algo inaplazable en la literatura. A los libros no les importaba quién los leía o si alguien los leía o no. Todos los lectores eran iguales, ella incluida. La literatura, pensó, es una mancomunidad, las letras, una república. En realidad había oído usar esta expresión, la república de las letras, en ceremonias de graduación, títulos honorarios, y demás, pero sin saber muy bien lo que significaba. Entonces, que hablaran de cualquier caso de república le había parecido un poco insultante y hacerlo en su presencia una falta de tacto, como mínimo. Sólo ahora comprendía su significado. Los libros no se sometían. Todos los lectores eran iguales y esto le remontaba a los comienzos de su vida. De niña, una de sus grandes emociones había sido la Noche de la Victoria, cuando ella y su hermana se escaparon por las puertas de palacio y se mezclaron de incógnito con la multitud. Le parecía que en leer había algo de esto. Era un acto anónimo; era compartido; era común. Y ella, que había llevado una vida distinta de la de los demás, descubrió que ansiaba aquello. Allí, entre aquellas páginas y entre aquellas tapas, estaba de incógnito." (pág. 31)




"Descubrió sin embargo, que cuando había escrito algo, aunque sólo fuese una anotación en su libreta, estaba tan feliz como lo era antaño leyendo. Y otra vez cayó en la cuenta de que no quería ser una simple lectora. Un lector era casi lo mismo que un espectador, mientras que cuando escribía, actuaba, y actuar era su deber." (pág. 101)


¿No es esta un poco, la sensación que tenemos todos, al pasar de lectores, a escribir en nuestros blogs.?


Links: Imposible no acordarse de Helen Mirren y de la película "The Queen", de Stephen Frears.




domingo, 22 de marzo de 2009

"La sombra de la catedral", de Milos Urban





Este es el segundo libro de Milos Urban que leo, después de "Las siete iglesias". Supongo que si he repetido es porque, pese a lo extraño y confuso de la historia, algo en el autor me resultó atractivo. Y de nuevo me vuelve a pasar lo mismo con "La sombra de la catedral". La novela es confusa, inquietante, algo siniestra, dura de leer a ratos. Y sin embargo, la atmósfera de Praga lo invade todo y salva una historia que en otro contexto sería increíble. Una novela difícil que sólo recomendaría a los apasionados de la Praga mágica. Y a esperar que salga pronto una tercera obra de Urban. Contradicciones.........



“La sombra de la catedral es una novela negra sofisticada, con referencias a la alquimia, al misticismo fulcanelliano, a Dante Alighieri y a los prerrafaelistas. Nació de mi deseo de escribir un libro acerca de una Praga distinta, desconocida para la mayoría, que convive con otra Praga, la que atrae a gente del todo el mundo: la Praga de la catedral de San Vito." Milos Urban

domingo, 15 de marzo de 2009

"León de ojos verdes" de Manuel Vicent


Vuelvo a Manuel Vicent cada vez que puedo. Y aunque alguna vez no me resulte tan redondo como espero, siempre me deja buen sabor de boca. Sobre todo cuando su Mediterráneo, mi Mediterráneo, se cuela en sus escritos y lo llena todo de mar. Y se cuelan la luz, los aromas y olores, los sonidos, los recuerdos compartidos, de la infancia, de la juventud, del amor. Denia, Castellón, Ibiza o La Malvarrosa. Y en este caso, el Benicássim de su juventud, contado con una añoranza que no llega a tristeza. Es un libro hermoso, algo desigual pero hermoso.




Aunque tal vez, el Mediterráneo no exista:






"El Mediterráneo no existe. Es una categoría de la mente. Un ejercicio ineludible en la vida de cada persona". (Entrevista a Manuel Vicent)




"El Mediterraneo no existe, se trata tan solo de un panfleto de la dicha que se ha vivido, de un mar interior que debe uno navegar cada día. Sus aguas tan limpias son el fondo azul de la memoria, y la aspiración de belleza las convierte en una categoría de la mente. No llores por ese mar. Si alguien llega diciendo que en aquel espacio luminoso de la niñez navegan ahora buques pestilentes de guerra sobre el detritus de petróleo, no lo creas. Si aceptas esa desolación, también tú habrás muerto. Delfines azules seguirán saltando allí mientras mantengas limpio el corazón."
(Manuel Vicent, Del Café Gijón a Ítaca)





Y para acabar, esta vez en lugar de Enlaces, reproduzco unas frases del autor sobre la felicidad que puedo suscribir:


"Al final de todas las religiones y filosofías, en medio de tantos dioses, héroes y sueños, resulta que la vida no es sino un conjunto de chismes y un nudo de aromas, una pequeña costumbre cuyos pilares tan sólidos son de humo y salen de ciertas tazas frente a las cuales uno ha sido feliz.

"Comerse un higo chumbo junto a una tapia encalada y saber íntimamente que el azar es una de las formas que adopta la luz del sol cada día, eso modela nuestra felicidad. "


"El optimismo es una fuente de riqueza. "


"Mi lucha por la existencia consiste en que a la hora del desayuno sea mucho más importante el aroma del café que las catástrofes que leo en el periódico abierto junto a las tostadas. "

miércoles, 4 de marzo de 2009

"El secreto de Christine", de Benjamin Black



Esta sí es una gran novela negra, muy negra, porque detrás hay un gran escritor. Benjamin Black es el seudónimo de John Banville, irlandés, nacido en Wexford, 1945, autor de una larga serie de novelas que empezó a publicar en 1970 y que cuenta por ejemplo con títulos como "Copérnico" (1976), "Kepler" (1981), "La carta de Newton" (1982) o "El mar" (2005). Y no deja de ser una muestra de humor y de inteligencia el haber cogido ese seudónimo, negro y benjamin, igual que juega con las palabras desde el propio título del libro en inglés, "Christine Falls", nombre de la protagonista-víctima, que ya sugiere desde el principio la idea de la caída.




Banville - Black es un gran escritor, y nos traslada desde el principio la atmósfera del Dublín de los años 50, gris, presidido por la lluvia y el humo, negro, triste, opresivo, lleno de humo de tabaco y niebla, alcohol barato y catolicismo conservador, sin casi resquicios. Y en ese panorama, destaca y aparece el personake de Quirke, un forense, lejos de los nuevos estereotipos del género, que en el fondo solo quiere entender y entenderse. De la vieja Irlanda al Boston también católico e irlandés, Black-Banville nos traslada por una historia de oscuras adopciones, secretos familiares y organizaciones que pretender estar por encima de la ley. Y sobre todo, lo escribe maravillosamente.



Como dice Black y se podría suscribir, "It was not the dead that seemed to Quirke uncanny but the living", "No eran los muertos los que parecían extraños a Quike, sino los vivos."









Reproduzco aquí un post encontrado en la red que explica mucho mejor que yo lo que querría contar de la novela.





Portada de la Edición inglesa






"JOHN BANVILLE Y BENJAMIN BLACK: EL OTRO, EL MISMO






Cuenta el escritor irlandés John Banville que, en un momento de su vida en que se encontró bloqueado, sin poder escribir, conoció a Benjamin Black “en un edificio de departamentos anónimos justo enfrente del río del Bar Temple”, en el barrio latino de Dublín. La atmósfera de Black la componían “niebla, carbón, arena, vapores de whisly y humo viciado de cigarrillo”. Así se podía entender que el mundo de la primera novela policial de Black, Christine Falls, fuera un descendiente directo de las novelas existencialistas de Simenon.Black es el seudónimo usado por Banville para escribir novelas policiales con el patólogo forense Quirke como protagonista, o mejor, en palabras de Banville, “Black es una buena manera de ser otro sin dejar de ser el mismo”. ¿Las formas de ser otro? Black le dice a Banville cuáles son las diferencias principales en la ficción de ambos: “Tú dedicas tus páginas a la especulación de por qué este o aquel personaje hizo esta o aquella acción sin nunca dar la más mínima respuesta. Ese es tu tipo de fenomenología, si me permites una de las grandes palabras por las cuales eres criticado. Mi camino es por el camino de la acción. Lo que mi gente hace es lo que son, ¿sabes que uno de tus títulos, El libro de las pruebas, habría sido mejor usado por mí? Tu libro piensa; mi mirada, mira y reporta, ¿verdad?”Con todo, hay cosas que no cambian en el paso de Banville a Black. El ganador del Booker por El mar y autor de novelas tan notables como Eclipse, uno de los estilistas más destacados de la literatura contemporánea en inglés, mantiene como Black la calidad de su prosa, su capacidad para crear atmósferas y encontrar el detalle capaz de condensar la vida interior de un personaje. Christine Falls no es una novela policial más; es un magnífico tratado de escritura creativa. Cada frase está viva, y tiene una especificidad que salta de las páginas y nos convence, una vez más, que el genero policial puede ser alta literatura si cae en manos apropiadas. En los primeros párrafos, nos enteramos que Quirke era un huérfano adoptado por un juez poderoso, y que tiene una relación tensa con su hermano adoptivo, el ginecólogo Malachy, pues éste se casó con la mujer que Quirke amaba. Cuando Quirke descubre a Malachy alterando el certificado de defunción de una mujer llamada Christine Falls, todo está preparado para una trama intensa (y engañosa) sobre la rivalidad entre hermanos. Quirke investigará la muerte de Christine, y se enterará de una siniestra conspiración de adopciones que va de Irlanda a Boston y en la que se hallan involucrados miembros de la jerarquía católica. Eso no es todo: el lector también descubrirá la verdad acerca del padre y la hija de Quirke. Pese a que Benjamin Black dice que lo suyo es la acción, cada personaje que aparece en la novela está explorado a fondo, tiene textura. Christine Falls es una contradicción: está escrita para ser leída de una sentada, y a la vez no hay frase en la que uno no quiera detenerse para saborearla.Quirke es un hallazgo. El patólogo prefiere a los muertos que a los vivos; incluso dice admirar a los cadáveres, “these wax-skinned, soft, suddenly ceased machines”. Su trabajo es descubrir la causa de la muerte: “for him, the spark of death was fully as vital as the spark of life”. En esas palabras se condensa toda una forma de ver el mundo, la angustia existencial de los fantasmagóricos personajes de Banville transmutada en una visión que no deja de ser sombría, pero que esta vez está aplicada a resolver el caso práctico de un ser convertido en fantasma por culpa de otro. Benjamin Black dice que está a punto de terminar la segunda novela con Quirke como protagonista. Bienvenida sea."







Este es el link original a este texto: http://riofugitivo.blogspot.com/2007/04/john-banville-y-benjamin-black-el-otro.html






Y este es otro lonk del mismo Blog, Río Fugitivo, a un Banville-Black, más reciente: http://www.elboomeran.es/blog-post/117/4392/edmundo-paz-soldan/banvilleblack/










Portada de la Edición americana




domingo, 1 de marzo de 2009

"Ceux qui vont mourir te saluent", de Fred Vargas



Desde que descubrí a Fred Vargas en septiembre del año pasado vengo leyendo de forma más organizada sus libros antiguos. Y voy a ir publicando poco a poco mis impresiones de lectura, aunque partiendo de la idea general de que para mí es una muy buena escritora, no tanto de novela negra, como de novela de misterio. Y que sobre todo es una gran contadora de historias y de personajes, más que de ambientes o paisajes.

Después de escribir en 1986 su primera novela "Les jeux de l'amour et de la mort", creo que aún no traducida al castellano, el año siguiente publica "Ceux qui vont mourir te saluent", esta sí publicada y recientemente reeditada en España. Se trata de una historia que por primera y creo que hasta ahora única vez, transcurre fuera de ambiente francófono, pues está ambientada en Roma. Reproduzco de la red un resumen básico del planteamiento:


"Claudio, Tiberio y Nerón son tres estudiantes franceses que viven en Roma. Claudio es un chico mimado, egoísta, tierno y mujeriego; Tiberio, el huérfano, el más guapo y brillante de los tres, es un apasionado del latín clásico; Nerón es amoral, esteta y se peina a la antigua. Juntos conforman un grupo curioso, divertido y entrañable. En pleno mes de junio se ven inmersos en una aventura frenética, que conmueve los pilares de sus vidas y pone en entredicho su amistad. Henri Valhubert, coleccionista de arte parisino –y padre de Claudio–, es asesinado una noche de fiesta delante del palacio Farnesio, entre antorchas y muchedumbres ebrias. ¿Qué venía a hacer a Roma? ¿Y cómo ha podido beber una copa de cicuta? Al mismo tiempo, se descubre que unos valiosísimos dibujos de Miguel Ángel han sido robados de la Biblioteca Vaticana. ¿Tiene el crimen algo que ver con estas extrañas desapariciones?. "

A partir de estos mimbres Vargas construye una historia amena, que se lee con rapidez, y llena de giros inesperados y sorpresas a veces excesivas, que nos lleva a un final bien construido. Como será una constante en todas las novelas de la autora, Roma está ahí, pero no aparece. La historia se apoya en la ciudad, pero la ciudad no es protagonista, a diferencia de muchos otros autores de serie negra. Ni siquiera cuando la ciudad es París encontramos ese protagonismo, aunque la identidad cultural es más fuerte y más clara.

El libro marca además otro precedente, que es el de los protagonistas colectivos. El trío de los emperadores es un claro antecesor de los evangelistas que encontraremos en las próximas historias, y que junto al comisario Adamsberg son los grandes personajes de la escritora. A diferencia de sus sucesores, no han tenido continuidad posterior.

Pero en general, se nota todavía una cierta inmadurez, y tanto los personajes como la historia pecan de ingenuidad y falta de solidez. El gusto final que queda al terminar de leerla, siendo agradable, resulta insuficiente. Te quedas con la sensación de esperar más, sobre todo si se han leído otras obras posteriores. Así que, aún siendo la primera casi en orden cronólogico, no debería ser la puerta de entrada a una autora mucho más interesante, sino en todo caso, una obra a disfrutar después de conocer a la Vargas madura, para descubrir el proceso de formación de su universo posterior. Aunque en cualquier caso, resulta siempre entretenida.



Para acabar, una curiosidad, dedicada en especial en esta semana a nuestra amiga Susana en su cueva. Fred Vargas, arqueozoóloga y cuyo verdadero nombre es Frédérique Audoin-Rouzeau adoptó su pseudónimo en homenaje, compartido con su hermana gemela pintora, Jo, a Ava Gardner, y en especial , al personaje que interpreta la actriz en La condesa descalza, María Vargas.

Continuará.....