viernes, 10 de septiembre de 2010

"Lejos de Toledo", de Angel Wagenstein



Un descubrimiento de este verano.

Ya he hablado alguna vez en este blog de mi vinculación con los países del Este, y en particular con Bulgaria. Así que cuando, por absoluta casualidad, buscando en la red otro título de la editorial Libros del Asteroide, descubrí la existencia de una novela escrita por un autor búlgaro, de familia sefardí, que transcurría en buena medida en Plovdiv, no pude resistir la tentación. Y ha sido todo un descubrimiento.

En primer lugar el autor. Angel Wagenstein (1922) nació en una familia sefardí en la propia Plovdiv. Pasó su infancia exiliado en París por la militancia socialista y comunista de sus padres. Regresó a su país tras una amnistía y, siendo adolescente aún, entró a formar parte de una organización antifascista clandestina. Durante la segunda guerra mundial, participó en en diversos actos de sabotaje y fue internado en un campo de trabajo, del que consiguió huir para volver a unirse a los partisanos. Arrestado y condenado a muerte en 1944, se salvó gracias a la entrada del Ejército Rojo soviético. Finalizada la guerra cursa estudios cinematográficos en Moscú y empieza una larga carrera como guionista y director, con reconocimientos internacionales. Finalmente, en el año 2000 publica su primera novela, "El Pentateuco de Isaac", que es el inicio de una trilogía dedicada al destino de los judíos en la Europa del siglo XX. "Lejos de Toledo", publicada en 2002 es el segundo y "Adiós Shangai" (2004) el tercero. Las novelas son completamente independientes entre sí pero componen un mosaico que se complementa. Wagenstein vive hoy en Sofía, y es un escritor reconocido internacionalmente, con una cultura inmensa y una muy fuerte y atractiva personalidad. Sus raíces culturales son judías, pero también españolas, francesas o rusas, además de las propias búlgaras.



La novela es un viaje al pasado y al presente de Plovdiv, su ciudad natal, a través de los ojos de un personaje, Albert Cohen, búlgaro exiliado en Israel, que es un claro reflejo del propio autor. Con la excusa de un congreso, el protagonista regresa por unos días a su ciudad, y el reencuentro con su gente y con sus calles, le hace rememorar un mundo desaparecido, el de su infancia.


Para los que seguro que no conoceis Plovdiv, os puedo decir que es una de las grandes ciudades desconocidas de Europa. Fundada hace 6000 años, mucho antes que Atenas o Roma, en el año 342 a. C. fue conquistada por el rey Filipo II de Macedonia, padre de Alejandro Magno, que cambió el nombre de la ciudad a Philippopolis (Filipópolis). Más tarde se hizo independiente bajo el dominio de los tracios hasta que, incorporada al Imperio romano, su nombre cambió a Trimontim ("Ciudad de las tres colinas") y se convirtió en la capital de la provincia de Tracia. Cuenta con un magnífico teatro romano para 7,000 espectadores y numerosos restos tracios y romanos. Los búlgaros la conquistaron en el año 815, pero el nombre Plovdiv aparece por primera vez en el siglo XV. Conquistada por los otomanos, Plovdiv fue un importante centro de los movimientos nacionalistas búlgaros y la primera imprenta en idioma búlgaro se estableció en esta ciudad. La ciudad fuera liberada de los otomanos en la Batalla de Plovdiv en 1878. Durante el periodo de gobierno comunista que se estableció en el país a partir del final de la Segunda Guerra Mundial, Plovdiv fue el centro de diversos movimientos democráticos que derrocaron finalmente al régimen pro soviético en 1989.

Como consecuencia de estos acontecimientos y de otros anteriores, como la existencia de un núcleo importante de emigración sefardí española en el siglo XV consecuencia de la expulsión de los Reyes Católicos y el mantenimiento de una población turca importante por la proximidad geográfica y la pervivencia cultural pese a la derrota de los otomanos, la ciudad se convirtió, hasta los acontecimientos que narra Cohen-Wagenstein en el libro, en un ciudad de convivencia de tres culturas, la judía, la musulmana y la ortodoxa, a la que se sumaban también otras minorías como la gitana.
 
 
 
 
 
 
La novela es la crónica de un mundo en equilibrio, del paraíso que es la infancia sobre todo en el recuerdo, y de la descomposición gradual de ese mundo, tras la guerra, por la imposición gradual de la dictadura comunista y la influencia de los cambios en el contexto mundial. El recuerdo más intenso de Cohen es el de su abuelo, Abraham el Borrachón, maestro hojalatero y gran cuentista, que se desenvuelve en su salsa trabajando para reparar los techos de las iglesias, de las mezquitas y de la sinagoga, mientras comparte tabernas y amores con los representantes de las tres religiones. Todo ese mundo se irá acabando. Poco a poco los gitanos serán expulsados, luego se tendrán que ir los turcos y finalmente, los judíos optarán por buscar la tierra prometida de Israel.  Pero además, también las familias burguesas serán afectadas por el cambio de régimen y la irracionalidad estalinista. Así que, del Plovdiv de la infancia apenas quedará nada. Pese a ello y aunque la imagen de la Bulgaria actual tampoco sale bien parada del todo, Cohen volverá a reencontrarse con el alma de la ciudad y con un amor de adolescencia, y su visión final, pesimista, triste y melancólica, deja entrever un punto de esperanza. Para Wagenstein o para el abuelo Abraham, lo único que da sentido a la vida es la esperanza, y de esa esperanza está llena el libro, pese a la tristeza que a veces lo inunda.
 
Un libro absolutamente excepcional. Si de todos los que he leído este verano me tuviera que quedar con uno sería con éste.
 
 
Os dejo con otra crónica encontrada en la red que completa mi visión. Como siempre, me disculpo por mi entusiasmo.
 


JESÚS MARTÍNEZ GÓMEZ

"Hay episodios históricos tan familiares a través de referencias textuales y de una extensa y variada fraseología, que cuesta reconocer, de pronto, hasta qué punto ha sido reducida la verdad a una contemplación paternalista, simple y, al cabo, maledicente. Ése es el caso de la diáspora sefardí, producida tras el decreto de expulsión firmado en 1492 por los Reyes católicos. Pero mucho me temo que tras esa torticera aproximación a nuestra conciencia, siempre se ha escondido la ignorancia de quienes preferían explicar “la expulsión del paraíso” con trasnochados planteamientos de difícil justificación.

Quizás, por ello, la primera impresión que se tenga al leer Lejos de Toledo (2002), última novela de Angel Wagenstein (Plovdiv, Bulgaria,1922), publicada por Libros del Asteroide, sea de asombro, al comprobar la firmeza de esa comunidad en la defensa de sus raíces, cultura, lengua o gastronomía; en definitiva, de una memoria colectiva que se ha alimentado con cada uno de los descendientes de esos primeros judíos arrojados a un exilio ignominioso y convertido a nuestra nación, a la suya, en un sueño, en un hilo invisible y común para los casi dos millones de sefardíes repartidos hoy por todo el mundo.

En Lejos de Toledo, el autor se sirve de un planteamiento narrativo sencillo como lo es la vuelta de Albert Cohen desde Israel a Plóvdiv, la ciudad búlgara donde nació, para asistir a un congreso. Una vez allí, le asaltarán los recuerdos de la niñez pasada junto a la abuela, Mazal, ejemplo de prudencia y pragmatismo, y el abuelo, Abrahan el Borrachón, personaje muy especial para el protagonista en el que se mimetizan la fantasía, la locuacidad y sabiduría fabuladora de quien no necesita la realidad para ser parte esencial de ella. Con ellos, otros habitantes del barrio de Ortà Mezàr, como el fotógrafo Kostaki y su taller Eternidad, capaz de detener el tiempo y atrapar en él para siempre el pulso de la ciudad, Mitko, compañero de juegos, hijo del profesor Stóichev o Madame Vartanian, pero, sobre todo y sobre todos, su hija Araxi, la niña de quien se enamora y nunca más sabrá, tras marchar ésta rumbo a París. Pues bien, todo ese mundo reaparecerá con estrépito entre las calles estrechas de la vieja judería, y al abrigo de unos reencuentros (el anciano Kostaki, Mitko, Araxi…) que enfrentarán el pasado y el presente del protagonista, de Albert Cohen y Berto, el niño al que el Bonachón enseñara que la esperanza era un estado del alma y que sin ella la vida carece de sentido alguno. De hecho, para Cohen sólo la esperanza y el amor por Araxi, con la que se reencuentra durante su estancia en Plòvdiv, pueden justificar el éxodo dramático de hace más de quinientos años.

En todo caso, Lejos de Toledo es una novela llena de ternura y nostalgia, que nos sumerge con humor e ironía en una cultura secular e irrenunciable y en un tiempo habitado ya sólo por los recuerdos, pero también por el amor íntimo y esencial que sostiene a las personas y a los pueblos. Lo hace con la prosa ágil, dinámica y directa del guionista que es y ha sido Wagenstein, un narrador al que hay que agradecerle su tardía incursión en la novela por ese dominio tan cinematográfico del ritmo narrativo y saber conducir al lector como si todo y nada fuesen una y la misma cosa, aquella esperanza que nunca abandonó a sus antepasados desde la bella ribera del Tajo a los puentes centenarios del Maritsa."


Links: A la página de Plovdiv en inglés en la Wikipedia:

http://en.wikipedia.org/wiki/Plovdiv



3 comentarios:

Clarice Baricco dijo...

Apuntado.

Admiro tus reseñas. Y obvio, aprendo.


Abrazos.
G

RebecaTz dijo...

Estupenda reseña, Golem, añado la obra a mi lista, y tengo pendiente también la lectura de El Pentateuco de Isaac. Muy interesantes todos los datos históricos que apuntas; no sabía nada de Plovdiv.
Saludos.

Gonzalo Muro dijo...

Tuve la fortuna de estar en la presentación en Madrid de este libro y Wagenstein hizo gala de su humor e incluso leyó parte de su presentación en ladino (la lengua de los sefardíes) que habló de niño. Por supuesto, compré el libro (la primera parte de la trilogía me encantó) y estoy pendiente de leerlo en cualquier momento. Tu reseña me ha animado aún más. Enhorabuena.