domingo, 29 de agosto de 2010
"Vidas minúsculas", de Pierre Michon
Ya hablé de mi entusiasmo por Pierre Michon en una anterior reseña. “Mitologías de invierno.El emperador de Occidente” fue para mí el descubrimiento de un escritor excelente, a medio camino entre la poesía y la narrativa, sin duda uno de los mejores escritores franceses actuales. He vuelto a Michon este verano para descubrir lo que fue su inicio, el libro que lo consagró como escritor y que fue su talismán y su resurrección de una peligrosa caída personal. Y de nuevo me ha entusiasmado.
“Vidas minúsculas” es casi una autobiografía narrada a partir de la reconstrucción de las vidas de otras personas cercanas al autor que le dejaron marcado en su trayectoria personal, vidas humildes, cotidianas, a las que el autor les da una perspectiva distinta, poética y mágica algunas veces, trágica otras, pero siempre delicadamente escritas. Esas vidas minúsculas nos van contando el proceso de formación del escritor, incluyendo las crisis y depresiones que casi acaban con él en una etapa de su vida. Es un libro de vuelta a sus raíces, en la Francia rural y profunda, y también de su búsqueda y de su insatisfacción ante la incapacidad de escribir como desearía, hasta acabar encontrando esa voz narrativa tan personal.
"Vies minuscules" fue publicada por Gallimard en 1984, con esa portada sobria y ya clásica que ha caracterizado a la editorial desde hace años. Aunque después, el resto de la obra de Michon está publicada por Verdier.
Apenas un par de citas, para ver el tono de la obra, la voz personal del autor:
Al principio, Michon marca su territorio:
“La provincia de la que hablo no tiene costas, playas ni arrecifes; ni exaltado habitante de Saint-Malo ni altivo marino provenzal oyó en ella la llamada del mar cuando los vientos del oeste la derraman, purgada de sal y llegada de lejos, sobre los castaños. Dos hombres, sin embargo, que conocieron esos castaños, seguramente, se protegieron debajo de ellos de algún chubasco, tal vez amaron allí, en todo caso allí soñaron, se fueron bajo árboles muy diferentes a trabajar y a sufrir, a no cumplir su sueño, a amar quizás una vez más, o simplemente a morir. Me han hablado de uno de esos hombres; al otro creo que lo recuerdo."
Y al final una preciosa dedicatoria a los protagonistas de esas vidas minúsculas de las que el libro habla:
“Creo que los suaves tilos blancos de nieve se inclinaron en la última mirada del viejo Foucault más que mudo, lo creo y quizás es lo que él quiere. Que en Marsac siempre nazca una niña. Que la muerte de Duforneau sea menos definitiva porque Élise lo recordó o lo inventó; y que la de Élise sea aliviada por estas líneas. Que en mis veranos ficticios, su invierno vacile. Que en el cónclave alado que tiene lugar en Cards sobre las ruinas de lo que hubiera podido ser, ellos sean”.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
El libro tiene muy buena pinta, la reseña me ha gustado mucho y me alegro de que hayas disfrutado tanto con este libro. Tomo nota. Un saludo.
Cuéntate la vida http://cuentatelavida.blogspot.com
Estupendo comentario Golem. No conocía ni al autor ni el libro, pero me has picado la curiosidad por ambos. Tu consejo es siempre una sabia recomendación.
Saludos.
Publicar un comentario