martes, 29 de marzo de 2011

"Adiós Hemingway", de Leonardo Padura



"En el otoño de 1989, mientras un huracán asolaba La Habana, el teniente Mario Conde resolvió su último caso como miembro activo de la policía de investigaciones. Decidido a convertirse en escritor, entregó la renuncia el día que cumplía los treinta y seis años y recibía la terrible noticia de que uno de sus viejos amigos había iniciado los trámites para irse definitivamente de Cuba. La historia de esa última aventura policiaca de Mario Conde aparece en la novela Paisaje de otoño, con la que se cierra el ciclo «Las Cuatro Estaciones», de la cual también forman parte Pasado perfecto, Vientos de cuaresma y Máscaras, escritas y publicadas entre 1990 y 1997.

Resuelto a dejar descansar al Conde por un tiempo que prometía ser dilatado, comencé a escribir una novela en la cual él no aparecía. En medio de esa otra historia, mis editores brasileños me pidieron que participara en la serie «Literatura o muerte» y, si aceptaba, debía advertirles el nombre del escritor alrededor del cual se desarrollaría el relato. Después de pensarlo muy poco, el proyecto me entusiasmó, y el escritor que de inmediato vino a mi mente fue Ernest Hemingway, con quien he tenido por años una encarnizada relación de amor-odio. Pero, al buscar el modo de enfrentar mi dilema personal con el autor de Fiesta, no se me ocurrió nada mejor que pasarle mis obsesiones al Conde —como había hecho tantas otras veces—, y convertirlo en el protagonista de la historia. De la relación entre Hemingway y el Conde, a partir de la misteriosa aparición de un cadáver en la casa habanera del autor norteamericano, ha surgido esta novela que, en todos los sentidos, debe leerse como tal: porque es sólo una novela y muchos de los sucesos en ella narrados, aun cuando hayan sido extraídos de la más comprobable realidad y la más estricta cronología, están tamizados por la ficción y entremezclados con ella al punto de que, ahora mismo, soy incapaz de saber dónde termina un país y dónde comienza el otro."

Así empieza la Nota del Autor que prologa esta magnífica novela de un escritor del que había oído hablar mucho y bien. Padura (La Habana, 1955) construye un relato excelente, en el que destaca tanto o más que el del propio Hemingway, el retrato de los trabajadores cubanos que le rodeaban en su finca La Vigía, por no hablar de la presencia lejana pero permanente de Ava Gardner. El libro me ha gustado tanto que prefiero dejarle hablar a él y buscar los otros cuatro títulos del Mario Conde (no confundir con personajes nacionales).

Elijo dos párrafos del primer encuentro del narrador, aún niño, con el escritor. El primero:

"Todavía el Conde creía recordar el sabor pastoso del helado de mamey y su júbilo al ver las maniobras de un hermoso yate de maderamen marrón, del cual salían hacia el cielo dos enormes varas de pesca que le daban un aspecto de insecto flotante. Si el recuerdo era real, el Conde había seguido al yate con la vista mientras se acercaba suavemente a la costa, sorteaba la flotilla de desvencijados botes de pesca anclados en la caleta y fondeaba junto al embarcadero. Fue entonces cuando un hombre rojizo y sin camisa había saltado del yate hacia el muelle de hormigón, para recibir la cuerda que otro hombre, cubierto con una gorra blanca y sucia, le lanzaba desde la embarcación. Tirando del cabo, el hombre rojizo acercó el yate a un poste y lo amarró con un lazo perfecto. Quizás su abuelo Rufino le había comentado algo, pero los ojos y la memoria del Conde ya se habían detenido en el otro personaje, el hombre de la gorra, que usaba además unos espejuelos redondos con cristal verde y lucía una barba tupida y canosa. El niño no había dejado de observarlo mientras saltaba de la brillante embarcación y se detenía para hablar algo con el hombre rojo que lo esperaba en el muelle. El Conde viviría convencido de haber visto cómo los hombres se estrechaban las manos y, sin soltarse, hablaban por un tiempo impreciso en el recuerdo, tal vez durante un minuto o toda una hora, pero siempre con las manos cogidas, hasta que el hombre viejo de la barba abrazó al otro, y sin mirar atrás, avanzó por el muelle hacia la costa. Algo de Santa Claus había en aquel hombre barbudo y un poco sucio, de manos y pies grandes, que caminaba con seguridad pero de un modo que denotaba tristeza. O quizás sólo era un insondable efecto magnético y premonitorio, dirigido hacia el mundo de las nostalgias todavía por vivir, agazapadas en un futuro que el niño ni siquiera podía imaginar."

Y el segundo:

"—Se está echando a perder —había susurrado su abuelo, y el Conde nunca supo si se refería al hombre o al estado del tiempo, pues en esa encrucijada de su evocación empezaban a confundirse el recuerdo y lo aprendido, la marcha del hombre y un trueno llegado de la distancia, y por eso el Conde solía cortar en ese instante la reconstrucción de su único encuentro con Ernest Hemingway."


domingo, 27 de marzo de 2011

"El lejano país de los estanques", de Lorenzo Silva




Vuelvo a estas memorias después de una pausa algo más larga de lo habitual. Mezcla de carga de trabajo y astenia de primavera. He leído bastante y he pasado por vuestras páginas, pero aún no he dejado rastro. Espero controlar esa pereza que de vez en cuando supongo que nos da a todos. Para empezar la crónica de estas semanas, dejo constancia de esta primera novela de la saga de Bevilacqua y Chamorro.

"El cuerpo desnudo de una joven austriaca pende atado de las manos en un chalet mallorquín. Ni los signos de violencia, ni la pestilencia de una muerte estival ocultan su inquietante belleza. En el revólver hallado en la basura abundan las huellas de una sesentona suiza de fama libertina, pero la vida turbia de la joven, Eva Heydrich —un ser irresistible consagrado tanto al placer como a la destrucción—, sugiere que la sencillez del crimen es tan sólo la punta de un iceberg. En Madrid, la Guardia Civil confía el caso al experimentado sargento Rubén Bevilacqua, o «Vila» para sus compañeros, ex-psicólogo desempleado para quien Jung era sólo un aficionado, y a la inexperta agente Virginia Chamorro, cuya eficacia policiaca será puesta a prueba por primera vez. De incógnito entre nudistas teutones, turistas desenfrenados y mafiosos locales, Bevilacqua y Chamorro se adentrarán en el reverso oscuro de una apacible urbanización mallorquina tratando de desentrañar los últimos días de la joven asesinada."

Después de leer "La estrategia del agua" me apetecía reconstruir la serie de la pareja de guardias civiles y hay que reconocer que el inicio es ya espectacular. Una novela divertida, muy bien escrita y con todos los ingredientes del género. 

El autor la presenta así en su web: 

«Esta novela fue escrita entre el 22 de agosto y el 25 de septiembre de 1995. La idea rondaba desde hacía un par de años por mi cabeza, y en esos treinta y cuatro días febriles, aprovechando en parte mis vacaciones, pasó "de las musas al teatro" que diría Lope de Vega. Han sido los treinta y cuatro días más fructíferos de mi vida, porque en ellos les di forma novelesca al sargento Rubén Bevilacqua y a la guardia Virginia Chamorro, que no han dejado de traerme suerte desde que nacieron. Esta primera aventura suya obtuvo el Premio El Ojo Crítico 1998.»

Creo que ya no me cabe duda de que voy a leer o releer toda la saga. 




miércoles, 9 de marzo de 2011

"La tormenta de nieve", de Johan Theorin


Acabé anoche muy tarde con el libro. Era imposible dejar para el día siguiente las últimas cien páginas aunque hoy hubiera que madrugar. Puede que con eso esté ya dicho casi todo. Siempre es un placer leer libros que te enganchen hasta el punto de sacrificar sueño y jaqueca matutina.

Theorin es un maestro de la intriga. Ya dejé constancia en estas páginas del buen sabor de boca que me dejó el título anterior de la saga de Öland, "La hora de las sombras". En esta ocasión, el resultado es igual o incluso aún mejor.

El argumento es apasionante. Os doy un resumen. Pero si vais a leer el libro os recomiendo que no leáis ni la contraportada porque suprime alguno de los golpes de efecto de la historia.

"Katrine y Joakim Westin deciden dejar atrás a Estocolmo y trasladarse a vivir, con sus dos pequeños hijos, a la idílica isla de Öland. Acaban de comprar una vieja casa señorial del siglo XIX, ligada a la construcción de dos faros cercanos a la casa. La mansión, a lo largo de su historia, desde su propia construcción, ha presenciado un sinfin de tragedias y muertes. Y los viejos del lugar cuentan historias de fantasmas. Luego de transcurridos apenas unos días de su nueva vida en la isla, una desgracia golpea a la familia. Y ya nada volverá a ser lo mismo."





Lo mejor, sin duda, el propio ritmo de la narración. La novela, más allá de los acontecimientos que se van sucediendo, que son menos de los que parece sobre todo al principio, va creando un clímax progresivo de tensión, en un ambiente cada vez más gótico, que culmina finalmente en la tormenta de nieve. Toda la novela es una preparación de esa escena central, magníficamente resuelta. Y si la acción se prolonga después de forma inesperada, resolviendo algunos enigmas, la verdadera catarsis se produce en esa escena central, en la que al final, los muertos dejarán en paz a los vivos. Magnífica.

Os dejo un link a una buena reseña.

http://ignacioescribano.blogspot.com/2010/06/darkest-room-by-johan-theorin.html

Por último. Habrá que añadir a nuestros detectives favoritos al único personaje que sirve de conexión entre los dos libros, un viejo capitán retirado, Gerlof Davidsson, que se convierte en pieza clave en la resolución de las dos historias.


domingo, 6 de marzo de 2011

"El manuscrito de nieve", de Luis García Jambrina



Ahora sí. Después de "El manuscrito de piedra" le toca el turno al manuscrito de nieve. Hay continuidad en los personajes, en especial en el protagonista, Fernando de Rojas, que tendrá que investigar esta vez los asesinatos de varios estudiantes. Pero sobre todo hay continuidad en los escenarios, en la presencia de la Salamanca clásica de finales del siglo XV como verdadera protagonista, pues no es sino en su historia donde el bachiller encontrará las razones enterradas de los asesinatos y donde tendrá que profundizar para evitar una nueva guerra entre bandos.

La novela vuelve a estar muy bien construida y muy bien resuelta. Incluso diría que mejor que la anterior, menos fantasiosa. Y el autor vuelve también a jugar con los personajes literarios, incluyendo esta vez a un joven Lázaro de Tormes, que desempeña un papel crucial en toda la historia. Juegan también su papel personajes históricos como la reina Isabel la Católica a quien el autor dibuja con un perfil mucho mas humano del habitual o Luisa (Lucía) de Medrano que tal vez fué la primera mujer profesora de Universidad de Europa. Tanbién Beatriz Galindo, preceptora de la reina o el arzobispo de Santiago, Alonso de Fonseca.

Pero por encima de todo, creo que vale la pena resaltar lo bien escrito que está el libro. Valga como muestra el arranque:

"Salamanca, 3 de febrero de 1498

Cuando caía la noche, Salamanca se transformaba en una ciudad muy distinta. No es que sus calles se despoblaran, como ocurría en otros lugares, para dar paso al silencio y a la oscuridad. Se trataba más bien de un cambio de caras, usos y costumbres. Poco a poco, aquellos ciudadanos que las ocupaban durante el día iban siendo sustituidos por otros más habituados a moverse entre las sombras; de modo que, a esas horas, lo habitual era cruzarse con bandadas de estudiantes camino de tabernas y garitos; con rufianes, jaques y prostitutas a la caza de clientes, a pesar de la prohibición de ejercer su oficio fuera de la Casa de la Mancebía; con ladrones, murcios y maleantes al acecho de posibles víctimas sobre las que dejarse caer; con mendigos, rotos y vagabundos en busca de refugio para pasar la noche; con amantes apresurados para no llegar tarde a la cita con sus impacientes amadas; y, cómo no, con grupos de embozados, bravucones y matasietes necesitados de pendencia y de sangre."


No sé si el bachiller Fernando de Rojas volverá a protagonizar nuevas aventuras. Pero si es de desear que el autor no tarde mucho en regalarnos nuevas andanzas de esa España que tan bien conoce.

Y para acabar, me parece oportuno traer aquí las palabras del inicio del Lazarillo, que bien podrían ser puestas en la portada de este cuaderno de lectura:

"Yo por bien tengo que cosas tan señaladas, y por ventura nunca oídas ni vistas, vengan a noticia de muchos y no se entierren en la sepultura del olvido, pues podría ser que alguno que las lea halle algo que le agrade, y a los que no ahondaren tanto los deleite. Y a este propósito dice Plinio que no hay libro, por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena"

viernes, 4 de marzo de 2011

"Shutter Island", de Denis Lehane


Llego a "Shutter Island" desde "Mystic River", pero no desde la novela sino desde la magnífica película dirigida por el maestro Clint Eastwood. No he visto, por contra, la película del otro maestro, Martin Scorsese, sobre "Shutter Island". Así que he leído el libro sin más referencias que algún trailer visto hace tiempo. Pero el resultado no ha sido el mismo. Así como Mystic River me pareció una historia impresionante, perfectamente construida, esta novela me parece mucho más tramposa y efectista. Incluso previsible, pese a que pudiera pensarse lo contrario.

"Verano de 1954. El agente federal Teddy Daniels llega a Shutter Island, isla en la que está ubicado el hospital Ashecliffe, un centro penitenciario para enfermos mentales. Junto con su compañero, Chuck Aule, se propone encontrar a una paciente desaparecida, una asesina llamada Rachel Solando, a medida que un huracán azota la isla. No obstante, nada es lo que parece en el hospital Ashecliffe. Y Teddy Daniels tampoco.¿Ha ido hasta allí para encontrar a una paciente desaparecida? ¿O le han enviado para investigar los rumores acerca de los radicales métodos psiquiátricos que se utilizan en esa institución? Unos métodos que posiblemente incluyan la experimentación con drogas, pruebas quirúrgicas terribles, contraataques mortales en la guerra encubierta en contra de los lavados de cerebro soviéticos... "




Pese a que el planteamiento prometía ser interesante, no me ha gustado la historia. Mystic River me dejó literalmente sin aliento (magníficos Tim Robbins y Sean Penn). Pero las dos historias no tienen nada que ver. No insisto más.

¿Vale la pena seguir leyendo a Lehane?. Creo que aún le daré una nueva oportunidad.




Links: A una de las escenas de Mystic River: