Siempre me ha gustado la novela negra, pero hacía tiempo que no leía demasiada. Aunque Donna Leon se había quedado como un hilo conductor que mantenía viva la llama, la verdad es que me había desconectado un poco del género. Este verano he descubierto a tres grandes autores. Dos de ellos ya han salido en este blog (Connelly y Vargas), y del tercero (Mankell), espero escribir pronto. Hoy vuelvo a Fred Vargas.
Compré en Brest esta pequeña recopilación de tres historias breves (Salut et liberté, La Nuit des brutes y Cinq francs pièce), donde vuelve a aparecer el Comisario Adamsberg y su mundo. Lo he leído en francés, y la verdad es que todavía me ha gustado más. Es una pena no poder leer siempre en idioma original. Volviendo a las historias, tal vez la constante más clara de las tres es la presencia permanente del "clochard", del vagabundo. En particular, la tercera narración es una pequeña maravilla.
En Salut et liberté, Vasco, un sastre de profesión sin trabajo y "clochard", elige domicilio en el banco frente a la comisaría, y pasa sus días observando a los que entran y salen del edificio. Danglard, compañero de Adamsberg y buen aficionado al vino blanco, opina que hay que echar al viejo porque le molesta y además no puede evitar darle dinero cada día. Adamsberg, por su lado, no considera que sea un problema y le interesa el personaje. Cuando se recibe una carta anónima sobre un asesinato, el comisario establece un vínculo inmediato y empieza su investigación como siempre, más imaginando que estudiando, divertido por las cartas que pasa a esperar con impaciencia.
En La Nuit des brutes, que no es otra que la noche de Navidad, el comisario prevé que en los próximos días se descubrirá un crimen, lo que acaba sucediendo. "Aussi, si les gens ne faisaient pas toute une histoire avec Noël, il y aurait moins de tragédie. Ils sont déçus, les gens, forcément. Et ça fait des drames."
Por fin, en Cinq francs pièce Adamsberg se interesa por un vagabundo, Pi, que no tiene más compañía que Martin, un carro de supermercado lleno de esponjas (9732 esponjas) que se esfuerza en vender a cinco francos la unidad. En la boca de metro donde duerme, asiste a un intento de asesinato de una mujer con un abrigo blanco de piel, que resultará pertemnecer al Ministerio del Interior. Pero el hombre no querrá hablar porque no quiere dinero, quiere vender sus esponjas, pero una a una, a 9732 personas. Adamsberg le dará la solución. Le cederá un muro donde cada vez que venda una esponja, el vagabundo escribirá el nombre del comprador.
"D'ici six mois, tu auras un grand mur couvert de noms, une sorte de gigantesque manifeste des acheteurs d'éponges, un rassemblement, presque un monument.......Ça leur fera de la compagnie, et un peu d'existence. C'est déjà pas mal."
Las ilustraciones de Baudoin, uno de los clásicos de la Bande Dessinée francesa son también muy buenas y acompañan perfectamente al libro.
Links: