viernes, 20 de abril de 2012

"Los demonios de Berlín", de Ignacio del Valle




Me gustó mucho la anterior novela de Ignacio del Valle, "El tiempo de los emperadores extraños". Esperaba más de "Los demonios de Berlín". Me ha resultado algo larga y confusa. Aún así, la recomiendo. No es frecuente el esfuerzo de ambientación y documentación que hace Del Valle para recrear el Berlín de los días de la caída del Reich, los días del hundimiento.


"Arturo Andrade, soldado de la División Azul a quien ya conociéramos en El tiempo de los emperadores extraños, vuelve a protagonizar uno de los episodios más siniestros de la historia contemporánea: el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Berlín, 1945. Los soviéticos avanzan, imparables, por las calles llenas de escombros, la lucha es durísima en la ciudad y la derrota alemana, inminente. Arturo Andrade está en medio de aquel caos. Su misión: hallar a Ewald von Kleist, un científico alemán, a quien encuentra muerto en la cancillería del Reich con un misterioso diagrama en los bolsillos.

Así comienza este thriller escrito con pasión y rigor documental, que con un ritmo que no da respiro al lector nos acerca a un personaje que deberá enfrentarse a múltiples demonios, ajenos y propios, para salvar lo único que parece escapar a ese entorno atroz: el amor de una mujer."

Y por cierto, y al hilo de la novela, nunca valoraremos lo suficiente que fueran los americanos los primeros en tener la "bomba". A veces la historia se escribe al filo de la navaja.

PD: Si a alguien, como a mí, le apasiona Berlín, le recomiendo el extraordinario libro de Anthony Beevor, "Berlín. La caída, 1945", que reconstruye esos días con la minuciosidad del historiador, pero con la agilidad de un buen narrador. Aún mejor que la novela.



1 comentario:

Elena Rius dijo...

No he leído la novela de Del Valle, pero me uno a ti en la calurosa recomendación de "Berlín: la caída" de Antony Beevor. Estremecedor. Yo, además, la leí mientras pasaba unos días en Berlín, y no veas lo flipante que era pasear por los lugares que acababas de ver en el libro destruidos por las bombas y llenos de cadáveres. Al atravesar cada uno de los puentes sobre el Spree me fijaba en la placa que ponía cuándo fue destruido y cuándo reconstruido, a veces bastantes años después de terminada la guerra. Debía ser muy difícil vivir en esa ciudad sin puentes...