viernes, 6 de abril de 2012

"HHhH", de Laurent Binet


Uno de los mejores libros que he leído en los últimos meses. "HHhH". Detrás de esas letras se oculta la expresión 'Himmlers Hirn heibt Heydrich', el cerebro de Himmler se llama Heydrich. Una aproximación novelada al atentado que acabó con la vida de Heydrich en Praga y que desató una durísima represión. Si de todos los libros del trimestre tuviera que seleccionar uno, éste estaría sin duda, entre los finalistas. 

No resisto la tentación de reproducir unos textos del libro:

"5 
Poco tiempo después de mi llegada a Eslovaquia, conocí a una joven eslovaca muy bella de la que caí perdidamente enamorado y con la que iba a vivir una historia pasional que duraría casi cinco años. Gracias a ella pude obtener algunas informaciones suplementarias. Por de pronto, el nombre de los protagonistas: Jozef Gabčík y Jan Kubiš. Gabčík era el eslovaco y Kubiš el checo; al parecer, debido a la consonancia de sus patronímicos respectivos, es imposible confundirlos. En todo caso, aquellos dos hombres parecían ya formar parte integrante del paisaje histórico: de hecho, Aurelia, la joven en cuestión, había aprendido sus nombres en la escuela, como cualquier otro niño checo o eslovaco de su generación, creo yo. Por lo demás, ella conocía el episodio a grandes rasgos, pero apenas si sabía algo más que mi suboficial. Tuve que esperar dos o tres años para tomar conciencia de lo que siempre había sospechado realmente: que aquella historia sobrepasaba en intensidad novelesca las más improbables ficciones. Y esto lo descubrí casi por azar.

Había alquilado para Aurelia un piso situado en el centro de Praga, entre el castillo de Vyšehrad y Karlovo náměstí, la plaza Carlos. Pues bien, de esta plaza sale una calle, la ulice Resslova, que llega hasta el río, donde se encuentra ese extraño edificio de cristal que parece ondular en el aire y que los checos llaman «Tančicí Dům», la casa que baila. En esa calle Resslova, en la acera de la derecha según se baja, hay una iglesia. En uno de los laterales de esa iglesia hay una claraboya en torno a la cual son bien visibles en la piedra numerosos impactos de bala, y una placa, que menciona entre otros los nombres de Gabčík y de Kubiš, así como el de Heydrich, cuyo destino está desde entonces ligado al de ellos para siempre. Yo había pasado decenas de veces por delante de aquella claraboya sin fijarme ni en los impactos de bala ni en la placa. Pero un día me detuve: había dado con la iglesia donde los paracaidistas se habían refugiado después del atentado.

Volví luego con Aurelia a una hora en que la iglesia estaba abierta y pudimos visitar la cripta.

Y en la cripta estaba todo.

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Estaban las huellas, aún terriblemente frescas, del drama que se había consumado en aquella sala apenas sesenta años antes: el reverso de la claraboya que se ve desde el exterior, el túnel excavado unos pocos metros, los impactos de las balas en las paredes y en el techo abovedado, dos pequeñas puertas de madera. También había unas fotos con los rostros de los paracaidistas, estaba el nombre de un traidor en un texto redactado en checo y en inglés, había un impermeable vacío, un morral, una bici, todo ello reunido dentro de una vitrina, por supuesto había una metralleta Sten, de esas que se encasquillan en el peor momento, había mujeres evocadas, había imprudencias mencionadas, estaba Londres, estaba Francia, había legionarios, había un gobierno en el exilio, había un pueblo con el nombre de Lidice, había un joven centinela que se llamaba Valčík, había un tranvía que pasa, también éste, en el peor momento, había una máscara mortuoria, había una recompensa de diez millones de coronas para el hombre o la mujer que delatase, había cápsulas de cianuro, había granadas y gente para lanzarlas, había emisoras de radio y mensajes codificados, había un esguince en el tobillo, estaba la penicilina que sólo se podía conseguir en Inglaterra, había una ciudad entera bajo el poder de aquel a quien apodaban «El Verdugo», había banderas con la cruz gamada e insignias con calaveras, había espías alemanes que trabajaban para Inglaterra, había un Mercedes negro con un neumático reventado, había un chófer, había un carnicero, había dignatarios alrededor de un ataúd, había policías inclinados sobre unos cadáveres, había represalias terribles, estaba la grandeza y la locura, la debilidad y la traición, el valor y el miedo, la esperanza y la pena, todas las pasiones humanas estaban reunidas en unos pocos metros cuadrados, estaba la guerra y estaba la muerte, había judíos deportados, familias masacradas, soldados sacrificados, había venganza y cálculo político, había un hombre que, entre otros, tocaba el violín y practicaba esgrima, había un cerrajero que nunca pudo ejercer su oficio, estaba el espíritu de la Resistencia que se quedó grabado para siempre en esos muros, estaban los rastros de la lucha entre las fuerzas de la vida y las de la muerte, estaban Bohemia, Moravia, Eslovaquia, estaba toda la historia del mundo contenida dentro de unas pocas piedras.

Fuera había setecientos SS."



He pasado muchas veces en Praga por la calle Resslova sin darme cuenta de todo lo que había allí, en la cripta. Cuando vuelva a la ciudad, creo que tengo la obligación de pasar por allí. 


Postdata: He visto una serie en la 2 de Rtve, muy interesante, sobre los cazadores de nazis. Uno de los episodios reconstruía francamente bien toda esta historia. Es un buen complemento al libro.


4 comentarios:

U-topia dijo...

La estoy leyendo y, de momento, la considero también excelente... además de escalofriante.

Un abrazo!!

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

Me gustó muchísimo y eso que previamente leí alguna crítica de un escritor famoso que lo ponía a caldo.

Para mí es tanto la descripción histórica de la Operación Antropoide como el proceso constructivo de una novela.

Saludos.

Gonzalo Muro dijo...

Tengo pendiente su lectura. En Praga visité la cripta donde hay un pequeño museo, realmente impresionante. Supongo que después de la lectura de este libro impresionará más aún.


Saludos.

hans castorp dijo...

He visto este libro en la Abacus, sin embargo en aquel momento no llevaba dinero suficiente, y considerando que soy un estudiante cuyos ingresos vienes de un par de clases particulares semanales, uno no está para tirar cohetes. Esperaré a tener tiempo y dinero para comprarlo.

Un saludo.