Confieso. Soy uno de los que corrieron a comprar el nuevo libro de Dan Brown el mismo día en que salió. En Barajas, en el Relay de turno. En Valencia habían caído ya casi 100 páginas. Paré, porque estaba leyendo a Mankell y me tenía más enganchado saber quién era el asesino que odiaba a la gente feliz, que los avances de la ciencia noética en el libro de Brown. Aunque debo reconocer que la pausa ya fué con alguna ansiedad, porque la historia prometía pese a algunas derivas místicas.
Y entonces, perfecto, una buena gripe, casi 39 de fiebre, el estado ideal para leer a Brown. Con posibilidad de engancharte sin casi necesidad de grandes pausas, pero en estado de semiconsciencia para digerir mejor los excesos filosóficos del autor. Y en esas condiciones, genial, me lo he pasado en grande. Buena acción. Capítulos cortos. Una historia tan bien construida como las dos anteriores. Un Robert Langdon tan "sabut" como siempre. Por cierto, ¿cómo pudieron darle el papel al patán de Tom Hanks?. Debería haber sido Harrison Ford, por supuesto. Un malo curioso, bien construido sobre todo por la sorpresa final.
Y desde luego, un viaje imprescindible por Washington. Increíble. Se non è vero, è ben trovato. Al igual que en las dos novelas anteriores, Brown tiene la capacidad de proporcionar una enorme credibilidad a sus historias, gracias al buen trabajo de documentación previa que realiza. Ese principio de veracidad relativa es el que, para mí, le ha dado su mayor éxito, y el que le proporciona una capacidad de influencia notable capaz de alterar la propia realidad. Y a lo mejor es también su mayor peligro, ya que se corre el riesgo de olvidar que estás leyendo una novela y no historiografía de nivel.
La literatura y la vida.
Recuerdo por ejemplo, en París, en Saint Sulpice, que el párroco había tenido que poner una nota para desmentir las informaciones de Brown (mejor, las interpretaciones de Brown, pues la información era correcta, en la iglesia está la famosa línea del suelo y el obelisco). Y es que Saint Sulpice recibe muchos más peregrinos en busca de iluminación ahora que nunca. Es el movimiento browniano, el inicio de un nuevo tipo de peregrinación literaria. Pero no es desdeñable. Por supuesto, en Milán, nuestra mirada a La Última Cena, maravillosamente restaurada, ya no fué la misma que hubiera sido antes de leer el libro. Te lo creyeras o no. Y por supuesto, una de las Romas posibles es la de Angeles y demonios. Para los que nos gustan las ciudades, la presencia clara del paisaje urbano en las historias, su reinterpretación mágica, refuerza a Brown frente a otros autores, y le proporciona uno de sus mejores logros. Aún reconociendo sus excesos y sus deformaciones. Ver por ejemplo el link a Saint Sulpice que acompaño después para ver ese tipo de manipulación que tan elegantemente realiza nuestro autor.
Vuelvo a Washington. Y claro, cómo no, a la masonería. Esa es la clave de la historia. Debo reconocer que me ha sorprendido la enorme presencia de edificios masones en la ciudad, a la vista y al alcance de todos. Luego dejo algunos links. (Por cierto, en la web de alguno de los edificios ya han tenido que introducir una zona de análisis y desmentido parcial de las afirmaciones de Brown.)
No entro en la polémica sobre si todos los presidentes han sido masones o casi, como sostienen ciertas teorías de la conspiración y Ricardo de la Cierva (coño, a ver si Franco va y tenía razón). Tampoco es la tesis de Brown. Sí, y me parece su maniobra más inteligente, la de insinuar su presencia permanente y su influencia soterrada, que tendría un fiel reflejo y su mejor prueba, en la realidad construida de la capital del nuevo orden. Ese vuelve a ser el mayor atractivo de Brown. Muy por encima de disquisiciones filosóficas, científicas o religiosas. Y en ese sentido, sorprende la sencillez y a la vez la importancia real, del alcance de la crisis de seguridad nacional planteada en la novela. Pero vuelvo a cubrirme. No acabo de saber valorar donde empieza la realidad y donde la deformación, la reinterpretación.
Aunque incluso en la perspectiva filosófico-misticista, dejando de lado algunos excesos entusiastas, el mensaje de fondo es un sano optimismo humanista que me parece sensato en los tiempos que corren. Bueno, al menos es lo que me parece recordar en mi estado febril, así que si no lo entendí bien y realmente es propaganda de la iglesia de la cienciología, perdonadme pero no me he acabado de enterar mucho. Esos párrafos los pasaba con el turbo y entre escalofríos, para ver como continuaba la historia, que era mucho más divertido.
En resumen, que si os gustaron El Código y A&D, El símbolo no os defraudará. Como siempre, no es literatura de primera, y sobre todo no es historia, pero es muy entretenida. Me muero de ganas de ir a Washington D.C.
Links:
- A la página donde se desmiente alguna información sobre el código:
http://lacomunidad.elpais.com/juanmanuel/2008/12/29/en-saint-sulpice-codigo-da-vinci-miente-
- A las webs de dos de los edificios explícitamente masones de Washington D.C.:
- The George Washington National Masonic Memorial:
http://www.gwmemorial.org/index.php- The House of the Temple, con visita virtual incluida a los escenarios del final de la novela:
http://scottishrite.org/visitors/vtour.html- Un artículo interesante sobre W. DC y el símbolo:
http://www.lavanguardia.es/cultura/noticias/20091027/53812067710/un-paseo-por-la-capital-de-ee.uu.-tras-los-rastros-de-dan-brown-washington-capitolio-george-washingt.html- Otro artículo divertido sobre Daniel Brown, y sus andanzas juveniles por Asturias:
http://www.lne.es/gijon/2009/11/01/doble-vida-dan-brown/828394.html- Un link a la Smithsonian, donde de momento parece que no tienen museo de la ciencia noética:
http://www.si.edu/- Y para acabar, un link a una web recomendable, con novela o sin novela, la Librería del Congreso, una de las mayores bibliotecas del mundo:
http://www.loc.gov/index.html