Terminé hace unas semanas la lectura de las Memorias de Pasqual Maragall, y debo reconocer que me han gustado. A mí, el personaje, o mejor la persona, siempre me ha caído bien, pese a que en algún momento se haya convertido en un político especialmente denostado. Uno, que ha sido en alguna vida anterior funcionario del Ayuntamiento de Valencia, se sintió especialmente identificado e inspirado por el que ha sido, sin duda, el mejor alcalde de la democracia española. Y en particular, la etapa olímpica, tanto la fase previa a la designación como la etapa posterior, con el ritmo febril de construcción de las infraestructuras necesarias, me parecieron apasionantes y muy instructivas. Además, su idea fuerza durante toda esa etapa, "la ciutat és la gent", la ciudad es la gente, y para esa gente hay que trabajar, me parecieron especialmente fructíferas, en particular en la forma en que se aplicó. Espero que de esas enseñanzas, buena parte del equipo que trabajó en su día en el Gabinete de Alcaldía de Ricard Pérez Casado, algo aprendiéramos y yo al menos así lo creo. Por ejemplo, el Plan General, que en su día fué aprobado por unanimidad, y que ha servido de base a la transformación reciente de la ciudad, bebió también en esas fuentes.Es curioso sin embargo, como un gran Alcalde se convierte en un mal President de la Generalitat. No sé si es el principio de Peter (aquello de que todos acabamos alcanzando nuestro nivel de incompetencia), o si empezó a crecer en el hábil gestor y tozudo alcalde (era conocido como "la gota malaya"), un cierto nivel de mesianismo. Lo cierto es que no creo que su etapa como President haya sido especialmente positiva. Su debilidad política interna dentro del PSC, su necesidad de apoyarse en una Esquerra Republicana en crecimiento, y un cierto sentido profético fruto tal vez de su herencia familiar (nieto del poeta Joan Maragall), le llevó a lanzarse a una modificación del Estatut precipitada, que aún no está cerrada, y que lejos de cerrar heridas, ha abierto otras muchas, incluyendo la que a él mismo le hirió de muerte políticamente hablando.
Es posible que después de este episodio haya vuelto el mejor Maragall. Afectado como Adolfo Suárez, por el mal de Alzheimer, ha iniciado una campaña personal para concienciar a la sociedad de lo terrible de esa enfermedad y para recabar fondos que ayuden a encontrar soluciones futuras. Algunas de las mejores páginas del libro son las que cuentan las pequeñas estrategias personales para luchar o al menos intentar ralentizar el avance de la desmemoria.
Pese a que el libro tiene sus altibajos, un poco como el propio Maragall, vale la pena conocer la trayectoria personal y política, de uno de los protagonistas de la historia de la Cataluña reciente, y el gran artífice de la Barcelona contemporánea.










No sé si añadir algo a esta presentación del propio Banville. Ya he dejado constancia en estas memorias de mi pasión por Praga, así que encontrar un pequeño libro escrito por el alter ego de Benjamin Black, hablando apasionadamente de la ciudad del Moldava, es una pura delicia. El libro es una recreación literaria de varios viajes del autor a la ciudad, en distintos momentos del tiempo, que le sirve como excusa para aproximarse al espíritu de la ciudad.


















