sábado, 29 de mayo de 2010

"Mitologías de invierno. El emperador de Occidente", de Pierre Michon




Lo que tiene de maravilloso leer es que de repente uno encuentra pequeñas joyas que le reconcilian con el mundo a través de las palabras. Había oído hablar de Pierre Michon en algunos suplementos literarios, el Babelia de fin de año por ejemplo, en el que seleccionaban “Mitologías de invierno. El emperador de Occidente” como uno de los mejores libros del 2009. No había tenido ocasión de leer nada suyo hasta la fecha pero por lo que sea, se me quedó en la cabeza esa referencia, lo cual demuestra que a veces las listas sirven para algo. Localicé el título por casualidad hace unos días, y de nuevo me atrajo su contenido. Y de repente, el descubrimiento de un gran escritor, tan poeta como novelista.

Pierre Michon se ha convertido, por derecho propio, en el gran patriarca de las letras francesas actuales. Nació el 28 de Marzo de 1945 en Cars, Châtelus-le-Marcheix, en la Creuse, uno de los departamentos de la Francia central, pobre, profunda. Estudió en Clermont-Ferrand y ejerció como profesor. Recorrió toda Francia en una compañía de teatro y ejerciendo diversos oficios hasta que a los 39 años publica su primera obra, Vidas minúsculas, que obtuvo el premio France Culture de 1984.

Su relación de obras publicadas no es muy amplia:


-Vies minuscules, Gallimard (1984).
-Vie de Joseph Roulin, Verdier (1988).
-L'empereur d'Occident, Fata Morgana (1989).
-Maîtres et serviteurs, Verdier (1990).
-Rimbaud le fils, Gallimard (1991).
-La Grande Beune, Verdier (1996).
-Le roi du bois, Verdier (1996).
-Mythologies d'hiver, Verdier (1997).
-Trois auteurs, Verdier (1997).
-Abbés, Verdier (2002).
-Corps du roi, Verdier (2002), premio Décembre.
-Le roi vient quand il veut. Propos sur la littérature, Albin Michel (2007).
-Les onze, Verdier, 2009

Su última obra publicada en Francia, aún no traducida, es Les Onze, en la que evoca la Revolución francesa a partir de un cuadro imaginario expuesto en el Louvre, de un pintor también imaginario (Corentin), en el que se representan a los once miembros del Comité de Salud Pública (Robespierre, Saint-Just, .….). Por esta obra, recibió recientemente el Grand Prix du roman de l’Académie française. Espero tener ocasión de comentarla más adelante.

En España, una editorial pequeña de la que espero volver a hablar pronto, Alfabia, publicó el año pasado en un solo volumen dos obras escritas con más de ocho años de diferencia: “El emperador de Occidente”, que en el libro aparece en segundo lugar y corresponde a 1989, y “Mitologías de invierno”, escritas en 1997.

Empezando por “El emperador de Occidente”, Michon cuenta la historia del encuentro entre dos hombres, Flavio Aecio y Prisco Atalo. El primero fue uno de los últimos grandes generales romanos, el que detuvo momentáneamente el avance de Atila en los Campos Cataláunicos en el año 451 d.c. El segundo, más desconocido, fue por dos veces emperador del Imperio de Occidente, en 409 y 414, una marioneta nombrada por el rey visigodo Alarico contra el emperador Honorio. El encuentro se produce en las islas de Lipari, Italia, cerca del Strómboli, donde el primero, aún adolescente, vive alguno de sus primeros éxitos militares y Atalo vive exiliado, esperando la muerte.

La novela está basada en hechos ciertos. Permitidme que reconstruya la biografía de los dos personajes, que desconocía, y me parece apasionante.

Prisco Atalo, en latín Priscus Attalus († después de 416), fue un alto funcionario romano y músico. De origen griego, fue encargado por el Senado de negociar con los visigodos, ya que representaba los intereses de muchos aristócratas y senadores, cuyos intereses diferían de los del emperador Honorio. Fue proclamado emperador por el rey godo Alarico en dos ocasiones, en un intento de imponer sus propias condiciones al inefectivo emperador, encerrado en Rávena. Adquirió el título de emperador la primera vez en Roma, en el año 409. En pleno asedio, Alarico obligó al Senado a proclamar a Atalo como Emperador, y este a su vez, nombró a Alarico Jefe de los ejércitos romanos, marchando ambos sobre Rávena. Pero ante los refuerzos recibidos por Honorio, se tienen que refugiar en la capital, donde Alarico juega con Atalo como marioneta cesándolo y volviendo a nombrarlo, según como evoluciona la batalla. Al final, cesado definitivamente, viaja por España y la Galia, acompañando a Ataulfo y a Gala Placidia, en un papel exclusivo de músico de la Corte goda. En el año 414, en Burdeos, de nuevo es proclamado emperador, pero al final es abandonado por los bárbaros y acaba siendo capturado por los hombres del emperador Honorio. Atalo fue obligado a participar en el triunfo organizado por Honorio en las calles de Roma, salvó la vida aunque fue mutilado de dos dedos, y fue exiliado a acabar sus días exiliado en las Islas Lipari.


Flavio Aecio o simplemente Aecio (396 – 454 d. C.) fue un brillante general romano durante el periodo final del Imperio de Occidente. Nació en Durostorum, una provincia romana de Mesia inferior, en la actual Bulgaria. Era hijo de Gaudencio, de origen escita y de la dama romana Auraelia, con quienes se trasladó de pequeño a la provincia de Mesia a la que su padre fue destinado. Parte de su juventud la pasó como rehén de Alarico I, y más tarde del líder de los hunos de Occidente, Rugila, lo que le permitió conocer el modo de pensar y luchar de los hunos. Sirvió en varias partes del Imperio hasta que en el 433 alcanzó él mismo la máxima magistratura militar. Su campaña más notable, la que le valdrá para la historia el sobrenombre de «el último romano», será la que dirigirá contra Atila. Éste, sintiéndose insultado por el emperador Valentiniano III ante el rechazo de la petición de mano de su hermana Honoria, se lanzó a destruir Roma. Para ello convocó una gran confederación de tribus que se unieron a los hunos en su marcha. Pero Aecio dirigiendo a francos, alanos, visigodos y las tropas romanas que quedaban logra una gran victoria en los Campos Cataláunicos en el año 451: es la última gran batalla del Imperio de Occidente. Sin embargo, Aecio no acabó de exterminar a los hunos, y permitió a Atila reorganizar sus tropas e invadir la península itálica al año siguiente ante ya la total impotencia romana. Para desgracia de Aecio, su popularidad le valió el recelo del emperador, quien, abrigando sospechas de una hipotética pretensión al trono, hizo que lo llamaran a palacio, y después de una intensa discusión, asesinó por sorpresa a Aecio atravesándolo con una espada. Al año siguiente, dos antiguos oficiales de Aecio asesinaron al emperador durante un desfile militar, seguramente a instancias del influyente y rico senador romano Petronio Máximo, que aspiraba al trono.

Hasta aquí la historia. El destino de los dos personajes pudo cruzarse en las Isla Lipari, alrededor del año 415. Michon empieza así la novela, y la historia empieza a devenir literatura, belleza:

“Había ejercido cargos; dos dedos faltaban en su mano derecha; ya no era joven, vestido con un descuido laso, y por el estupor altivo de las cejas, por cierta pesadez sinuosa de las mandíbulas bajo la barba dócil, por la nariz demasiado visible, reconocí a un levantino. Estaba calvo; estaba inmóvil, sentado. Pestañeaba un poco para retener la imagen de una vela que se alejaba, arrastrada de acá para allá, sin remedio empequeñeciéndose, hacia la isla de Stromboli, o la blancura revelada del vientre de las gaviotas cuando de cara al sol cambian de dirección, se encabritan con lentitud, se entregan sin dudar. Quería disfrutar de las cosas, sin duda; era miope. O quizás miraba tan sólo el mar, la extensión que no se abarca, la viejísima metáfora insensata.”


En cuanto a “Mitologías de invierno”, son doce piezas breves. Las tres primeras, de claras referencias borgianas, transcurren en una Irlanda a medio camino entre las leyendas medievales y la conversión cristiana. Las otras nueve rememoran el Causse francés, la tierra de Gevaudan, en el Macizo central, y son nueve retratos de personajes de la zona en los que conviven obispos, santos, abadesas, escribientes, sastres o espeleólogos. Pinceladas rápidas sobre un paisaje que Michon conoce bien. Reproduzco el prólogo que él mismo escribe a su obra:

“Poco importa que Gévaudan e Irlanda sean los escenarios donde se representan estos dramas breves. Lo que importa es que con el mundo se hagan países y lenguas; con el caos, sentido; con las praderas, campos de batalla; con nuestros actos, leyendas y esa forma sofisticada de la leyenda que es la historia; con los nombres comunes, nombre propio. Que las cosas del verano, el amor, la fe y el ardor se hielen para terminar en el invierno impecable de los libros. Y que sin embargo en este hielo un poco de vida permanezca congelada, fresca, garante de nuestra existencia y nuestra libertad. Ese poco de verdad mortal que arde en el corazón frío del escrito, la belleza parca del uno y el esplendor impasible del otro, esto es lo que me esforcé por decir aquí.“


Poco más puedo añadir.


Para hacerle justicia, reproduzco la nota que publicó Maria José Obiol en El País, para justificar la elección del libro como uno de los mejores del año. Creo que también vale la pena:

“Una tarde hermosa. Un viaje en tren. Una librera magnífica y una recomendación. El descubrimiento. Así, hace unos años de regreso a mi ciudad y con el paisaje rojo del atardecer que enfebrecía el vagón, me encontré con Pierre Michon conjurando palabras que emanaban de un libro esplendoroso, Historias minúsculas. Allí estaba yo, presa en regocijo, atendiendo noticias de Cards, el lugar donde el escritor había nacido. En la memoria una imagen de mujer con niño en brazos. Detrás de ella, André Dufourneau. En aquel libro, Michon narraba sobre vidas mínimas que dibujaban el mapa de un territorio ignoto y cuya escritura me deslumbraba. Este año, y también en otra tarde de tren, me alcanzó de nuevo Michon con Mitologías de invierno. El emperador de Occidente, y el vagón se convirtió en ese lugar del libro donde confluyen las ventajas del abismo y del desierto, “mazmorra universal y cima del mundo”. Y hasta allí se fueron acercando en prodigiosa peregrinación las tres hijas del rey de Leinster. Patricio, el galo apátrida, asomando su rostro entre la vegetación para contemplar los cuerpos desnudos de las muchachas. Vino Enimia, la nieta de Fredegunda y llegó Hilarius, el obispo que deja báculo y mitra. Y un monje anónimo que escribe sobre pergamino de ternero. Leyendas. Irlanda, el causse de Sauveterre. La guillotina. Vidas de santas. Mitologías de invierno. Páginas más tarde, El emperador de Occidente. Dos que hablan, el anciano Prisco Atalo, músico, emperador exiliado, y el joven Aecio. Y estuvo el mar y sus travesías largas donde se teme recordar. Batallas. Roma. Hunos, alanos. Mano incompleta que ya no tañerá la lira. Alarico, su gran espalda, la pelliza. Placidia. El pasado. Ahora Aecio en el barco agitando el manto sobre su cabeza para señalar la despedida. Y sobre aquel embriagador despliegue, la mirada perpleja, asombrada de esta lectora ganada desde hace tiempo para la causa de Michon. Nombrar Mitologías de Invierno. El emperador de occidente es invocar al genio, peregrinar el enigma y el prodigio. Tengo la impresión de estar de nuevo aprendiendo a leer. También digo de mi impaciencia, pues espero el conjuro de más tardes hermosas y rojas.”
María José Obiol



Para acabar, algunas referencias, y pedir disculpas por mi entusiasmo.

A la página del autor en su editorial francesa, Editions Verdier:

http://www.editions-verdier.fr/v3/auteur-michon.html


A otra página francesa que recoge una breve referencia a sus obras:

http://lafemelledurequin.free.fr/intervenants/michon/presentation_michon/michon_presentation.htm



Y finalmente, a una entrevista con el autor con motivo de la publicación en España del libro:
http://www.elpais.com/articulo/semana/embriaguez/escritura/elpepuculbab/20090822elpbabese_3/Tes












2 comentarios:

Susana Peiró dijo...

Bueno...he quedado como los chicos, con "maripositas en la panza" y una necesidad inmediata de leer a Michon...de "escuchar" todo lo que tiene para decir. Y parece que es mucho.

Preciosa reseña, verdaderamente bella. También me queda dando vueltas otro de los títulos "Rimbaud le fils"...

Muchas Gracias Amigo! Todo tu artículo suena a promesa, agradable promesa.

Un Abrazo!

Charles de Batz dijo...

Sin duda una estupenda e interesante recomendación, gracias a la cual no he pasado por alto una que va a ser mi próxima lectura.

Tuve la fortuna de leer "Les onze" hace unos meses y, por supuesto, espero leer lo que nos cuentas cuando se publique por aquí. Personalmente me pareció una pequeña joya.

Salud