martes, 20 de marzo de 2012

"El palacio de la luna", de Paul Auster


Sigo leyendo a Auster. Después de "El país de las pequeñas cosas", por orden cronológico, "El Palacio de la Luna", así, con mayúsculas. Me ha gustado mucho, bastante más que el anterior. Se nota claramente la transición del casi surrealismo explícito de los libros anteriores a una narración mas limpia y realista, aunque con muchísimos elementos simbólicos. Empezando por el nombre del protagonista, Marco Stanley Fogg, homenaje algo simplista a tres de los grandes viajeros de la historia, real y escrita: Marco Polo, Henry Morton Stanley (Dr. Livinsgtone supongo) y el Phileas Fogg de Julio Verne. Al fin y al cabo, la novela no es sino la narración de múltiples viajes, interiores, físicos y temporales.



Más que hacer una reseña extensa me apetece copiar algún texto del libro. Podría reproducir muchos párrafos. He seleccionado uno, que hace referencia a los libros, que me gusta en especial:

"Fue entonces cuando empecé a leer los libros del tío Victor. Dos semanas después del entierro, elegí al azar una de las cajas, corté cuidadosamente la cinta adhesiva con un cuchillo y leí todo lo que había en su interior. Resultó ser una extraña mezcla, embalados sin ningún orden o propósito aparente. Había novelas y obras de teatro, libros de historia y de viajes, manuales de ajedrez y novelas policíacas, ciencia ficción y filosofía; un caos absoluto de letra impresa. No me importaba. Leí todos los libros hasta el final y me negué a juzgarlos. Por lo que a mi concernía, cada libro era igual a todos los demás, cada frase se componía del número adecuado de palabras y cada palabra estaba exactamente donde tenía que estar. Esa fue la forma que elegí de llorar la muerte del tío Victor. Una por una, abriría cada caja, y uno por uno, leería cada libro. Esa era la tarea que me habla fijado, y la cumplí hasta el final. Todas las cajas contenían una mezcolanza similar a la primera, un batiburrillo de malo y bueno, montones de literatura efímera esparcidos entre los clásicos, manoseados libros de bolsillo emparedados entre ejemplares de tapas duras, noveluchas baratas alternando con Donne y Tolstoi. El tío Victor nunca había organizado su biblioteca de ninguna forma sistemática. Cuando compraba un libro lo colocaba en el estante al lado del que había comprado antes de ése, y poco a poco las hileras se iban extendiendo, ocupando mayor espacio a medida que pasaban los años. Así era precisamente como habían entrado los libros en las cajas. La cronología, al menos, estaba intacta, la secuencia se había preservado por omisión. Consideré que éste era un orden perfecto. Cada vez que abría una caja penetraba en un segmento nuevo de la vida de mi tío, un período determinado de días, semanas o meses, y me consolaba pensar que estaba ocupando el mismo espacio mental que mi tío habla ocupado antes, leyendo las mismas palabras, viviendo las mismas historias, quizá albergando los mismos pensamientos. Era casi como seguir la ruta de un explorador de tiempos lejanos, repitiendo sus pasos cuando se abría camino por las tierras vírgenes, avanzando hacia el oeste con el sol, persiguiendo la luz hasta que finalmente se extinguía. Dado que las cajas no estaban numeradas ni etiquetadas, no tenía modo de saber de antemano en qué período iba a entrar. El viaje, por tanto, estaba hecho de breves excursiones discontinuas. De Boston a Lenox, por ejemplo. De Minneapolis a Sioux Falls. De Kenosha a Salt Lake City. No me importaba tener que ir dando saltos por el mapa. Al final, se llenarían todas las lagunas, se cubrirían todas las distancias. Ya había leído muchos de esos libros y otros me los había leído Victor en voz alta: Robinsón Crusoe, El doctor Jekyll y Mr. Hyde, El hombre invisible. Sin embargo, no dejé que eso se interpusiera en mi camino. Me adentré en todos con la misma pasión, devorando las obras conocidas tan ávidamente como las nuevas. "



Portada de la primera edición - 1989

2 comentarios:

Shorby dijo...

Lo tengo pendiente, lo poco que he leído de este hombre me ha gustado bastante =)

Besotes

Golem dijo...

De lo que he leído de Auster, es de los que más me ha gustado.

Saludos