viernes, 8 de enero de 2010

"Confesiones de una vieja dama indigna", de Esther Tusquets


Justo Serna escribía hace unos días un artículo sobre “Como se escribe una reseña”, cuyo link os dejo aquí debajo, ya que vale la pena leerlo completo. Estando de acuerdo en gran parte, creo que suscribo sobre todo la tesis de Cioran, que Serna reproduce en uno de sus epígrafes. “

‘¿Reseñar o leer? “Leer un libro por el placer de leerlo y leerlo para hacer una reseña son dos operaciones radicalmente opuestas. En el primer caso, nos enriquecemos, hacemos pasar dentro de nosotros la sustancia de lo que leemos; es un trabajo de asimilación; en el segundo, permanecemos exteriores, por no decir hostiles (¡aun cuando lo admiremos!) al libro, pues no debemos perderlo de vista un solo momento, sino que, al contrario, debemos pensar en ello sin cesar y transponer todo lo que decimos en un lenguaje que nada tiene que ver con el del autor.”

Escribe también Serna, con buen criterio que “Quien reseña no puede decir: “es un libro maravilloso” o “esta obra no me gustó nada”. Lo que debe decir es cómo funciona ese artefacto. La reseña no es una cuestión de gustos y nuestra relación con el volumen ha de superar el mero juicio personal.”

Concluyo, por tanto, que este no es un blog de reseñas, sino de Memorias, mis memorias de lectura. Considerándome poco dotado para la narrativa, me ha apetecido dejar huella, aunque sólo sea para mí mismo, del errante camino que acaban llevando mis libros, mis lecturas, intereses o aficiones. Tal vez porque como escribe el propio Justo Serna en una nota posterior, “Por razones que ignoro, ciertas lecturas se contagian. El efecto que causan se multiplica. Así, lees un libro y esa obra te lleva a otro volumen con el que nada tiene que ver. Lees una revista y esa publicación te conduce a un tema que no te preocupaba ahora, justamente ahora. De repente descubres que ese asunto es aquel sobre el que estabas devorando libros. Hay un hilo conductor que hermana una lectura con otra; hay afinidades materiales e inmateriales, de género, de sentido, no sé.”.

Por supuesto, también hay rupturas, saturaciones, saltos, vueltas atrás, descubrimientos, redescubrimientos y hastíos. Casualidades, coincidencias, azar. Sin embargo, al final, lo que más me interesa, y por eso tal vez este dejar huella, es el hilo conductor, ese camino que acabaría explicando, explicándome, los saltos de un libro a otro, de Connelly a Fred Vargas, de Philip Kerr a la caída del Muro, de Javier Cercás a Pérez-Reverte. Camino cuyas huellas profundas no están ni mucho menos en lo explícito, sino las más de las veces en la historia y en el paisaje personal.



Después de esta larga introducción, o declaración de principios, no me queda más remedio que hablar del camino que me lleva a Esther Tusquets, a esas Confesiones de vieja dama indigna recién publicadas, que recogen la segunda parte de sus vivencias, después del primer volumen titulado “Habíamos ganado la guerra”. No voy a hablar, al menos aquí y ahora, de los caminos inmediatos o materiales que nos llevan a algunos libros, el marketing, las librerías, o este nuevo boca a boca que son los blogs, aunque sin duda habrá que volver sobre ellos algún día. Prefiero hablar hoy de otros factores más subjetivos y tal vez más profundos, los caminos de la memoria, de la experiencia, de la propia trayectoria personal.



Hace muchos años, supongo que a finales de los 70 o en los primeros 80, leí las memorias de Carlos Barral (1928-1989), editor, escritor, y finalmente político, creo recordar que senador por designación real. Los dos primeros tomos eran “Años de penitencia” (1975) y “Los años sin excusa” (1978). Creo que aún tengo perdido en algún lugar poco accesible de mi biblioteca uno de los dos tomos. (Algún día habrá que hablar también del orden de mi biblioteca, o más bien de su carencia o su dispersión). No estoy seguro de haber leído, no la recuerdo al menos, la tercera parte, “Cuando los años veloces”, publicada ya mucho más tarde, en 1988. Lo cierto es que en su día me gustaron muchísimo y siempre recuerdo con agrado la mezcla de vivencias infantiles, la relación con el mar, el microcosmos de Calafell, el mundillo intelectual de Barcelona (que entonces me interesaba más que ahora, lo confieso), y a la postre, el retrato de una generación, anterior a la mía, que vivió en primera persona el franquismo medio y tardío y la transición. Preparando esta nota he leído con agrado que las memorias de Barral están consideradas como uno de los mejores libros de memorias de la segunda mitad del siglo veinte.



Carlos el grande, Carlos el magnífico, el gran seductor. Quien habla así ya es Esther Tusquets, a medio camino entre la admiración y la ironía o el sarcasmo, que le dedica en sus memorias un buen número de páginas. Es por tanto, una visión complementaria y de gran interés, que enriquece un mundo que conozco también por otras lecturas. En primer lugar, Tusquets es más joven (ocho años, y se notan), y sobre todo, es mujer, y eso si que aporta una perspectiva completamente distinta, tanto en las experiencias personales en tiempos que nada tienen que ver con los actuales, como en la propia vida profesional. También los ambientes son distintos. Hasta el mar es distinto. Calafell versus Cadaqués. La autora llega a bromear sobre la capacidad de atracción de un Barral que conseguía llevar a sus amigos a su Calafell, frente a la belleza de Cadaqués. Nacida en el bando vencedor (de ahí el título de la primera parte de sus memorias, Habíamos ganado la guerra), nos cuenta con una mirada que a veces puede parecer frívola pero no lo es, apasionadamente, su historia personal y profesional en la Barcelona de los 70-80, al frente de la editorial Lumen, llegando a episodios mucho más recientes como la venta de la editorial o su enfrentamiento con la familia Maragall.



Creo que muchos recordaréis esas portadas con fondo blanco y títulos como “El nombre de la rosa” o “El péndulo de Foucault” de Umberto Eco, o “Las olas” de Virginia Woolf, o bastantes más. Curiosamente, también Mafalda (yo no lo sabía o no lo recordaba).


Son unas memorias muy divertidas por el tono sin demasiadas reservas con que afronta su biografía sentimental, amores, desamores, despertar al sexo, hijos, familia (su hermano, el arquitecto Oscar Tusquets, acabaría fundando su propio sello, Tusquets Editores). Pero a mí me han resultado sobre todo atractivas las partes dedicadas al mundillo literario. Cela, Delibes, Ana María Matutes, Rosa Regás, Terenci y Ana María Moix, un larguísimo etcétera que se puede descubrir simplemente hojeando el indice onomástico. El que esté libre de afición al cotilleo que tire la primera piedra. En cualquier caso, no son separables unos aspectos de otros, ni se entendería bien la narración de las anécdotas, sin el contexto social e histórico de la época. Dejo después un link a una entrevista con la autora, en la que se dan muchos datos y pistas del contenido de las memorias. A mi me han resultado muy divertidas y las he devorado a toda velocidad. Y de paso, me han servido de primera cura de desintoxicación de serie negra.

¿Y ahora, por donde seguir?. ¿Debería releer a Barral, leer las memorias de Alberto Oliart (amigo del grupo y de moda otra vez), o volver a intoxicarme en negro, tal vez releyendo a Vazquez Montalbán?.

Continuará......

Links: Al artículo comentado de Justo Serna, cuyo blog os recomiendo:


A la entrevista con la autora sobre el libro reseñado:

Y a una entrevista sobre el libro anterior:

6 comentarios:

Jose Ignacio Escribano dijo...

Fab, desconozco cómo lo consigues pero cada vez me gustan más tus reseñas o llámalas como quieras. La objetividad no existe y los libros, como las reseñas, nos gustan o no nos gustan.
Un abrazo

Isabel Barceló Chico dijo...

Coincido contigo en que hay un hilo secreto - en el sentido de no ser completamente consciente - que nos lleva no ya de un libro a otro, sino de unas a otras ideas e inquietudes. A veces, es divertido identificarlo y reconstruirlo. Besos, querido amigo.

Gonzalo Muro dijo...

Muy buena entrada de un libro que está teniendo mucho eco desde su reciente publicación y que seguro que nos abre multitud de preguntas como las que formulas al final de tu texto. ¿Por dónde continuar ante tantas sugerencias y recuerdos?

Saludos.

Carmina dijo...

Muy buena memoria de lectura, me enganchas, quizas esas lecturas al yo no tenerlas cercanas porque naci en los años 70 a mi no me dejen el mismo poso que a ti... porque las vivo desde fuera... Pero nadie que lea un libro, para reseñar o por placer es objetivo en sus lectura, puesto que o nos gusta o no lo hace y eso no tiene nada que ver con la objetividad en su lectura, si no con el bagaje cultural y profesional que arrastramos, con nuestro dia a dia.

alestedemadrid dijo...

A mí tampoco me preocupa si lo que tú haces son reseñas o memorias de lectura. Me abren posibilidades o me confirman impresiones que no podría verbalizar con claridad. De hecho, algunos blogs como el tuyo me resultan más clarificadores que las críticas literarias o cinematograficas habituales de la prensa. Y el enlace al blog de Justo Serna (del que yo no había oído hablar hasta ahora) me ha parecido una "mina" y he disfrutado mucho el "descubrimiento". Así que enhorabuena por el post de hoy. Un abrazo

Clarice Baricco dijo...

Coincido con lo que comentas, yo no sé escribir reseñas, prefiero compartir lo que me gustó. Y me encanta ese hilo conductor.
En cuanto al libro de Tusquets, con el título da curiosidad de leerlo.

Abrazos.