Sostiene Tabucchi que nunca ha hecho viajes para escribir sobre ellos, porque "sería como si uno quisiera enamorarse para poder escribir un libro sobre el amor."
Sostiene Tabucchi que de niño tenía un tío que le llevaba a Florencia desde su campiña toscana para descubrir a Giotto; que en Pisa hay callejas pequeñas que merecen ser descubiertas; que Mougins es uno de los pueblos mas hermosos de la Provenza; que en Hernani hay (había) un museo que es uno de los regalos mas hermosos que un artista, Chillida, puede legar a su pueblo; que de la India nunca se sabe lo bastante; o que en su amada Lisboa, nadie visita la Rua da Saudade.
Sostiene muchas más cosas en este maravilloso libro de viajes, que puede leerse como un libro de horas. Recojo la nota del editor:
"Unos textos reunidos en este libro que sobre el mapa del mundo despliega el mundo contiguo de las vastas lecturas que han anticipado, provocado y acompañado siempre esos viajes. De esta forma, vemos a Tabucchi sentado en el zócalo de la estatua del abate Faria en Goa, en la India; delante del templo de Poseidón, en el Cabo Sunión, en Grecia; en el «cementerio marino» de Sète, en Languedoc. Y allí, con él, compartimos las reminiscencias de El conde de Montecristo, los versos de Sophia de Mello Breyner, el «mar que se repite» de Paul Valéry. Lo vemos de noche atisbando las grandes estatuas barrocas de Aleijadinho en Congonhas do Campo, en Brasil, o dejándose inspirar por Cortázar en las salas de Paleontología del Jardin des Plantes, en París. Y además se vuelve presencia afectuosa cuando nos acompaña por «su» Lisboa. No obstante, el mapa ideal de este libro se abre también a lugares que visitamos «por persona interpuesta»: las ciudades fantásticas de los escritores, las geografías imaginarias, las historias literarias."
Pero al final, sostiene Tabucchi que en su libro, "tal vez falten los viajes mas extraordinarios. Son los que no he hecho, los que nunca podré hacer. Que permanecen sin escribir, o encerrados en su propio alfabeto secreto bajo los párpados, por las noches. Después nos quedamos dormidos, y levamos anclas."
Antonio Tabucchi ha levado anclas definitivamente hace unos días. Como siempre, leerlo (releerlo) es el mejor homenaje posible.